De un tiempo a esta parte, a Hollywood le ha dado de vez en cuando por ofrecer dos versiones distintas de la misma historia prácticamente al mismo tiempo: por lo general, una de ellas viene a ser el producto de lujo y la otra la más de andar por casa... aunque no siempre se cumple esta diferenciación, o incluso la que supuestamente es la de derribo acaba siendo más interesante que la otra. Ocurrió en 1991 con el célebre ladrón de Sherwood (al que dieron vida Kevin Costner en Robin Hood, príncipe de los ladrones y Patrick Bergin en Robin Hood: El magnífico), en 1992 con el descubridor de América (Gérard Depardieu en 1492: La conquista del paraíso y Georges Corraface en Cristóbal Colón: El descubrimiento), y en 1994 con el sheriff del duelo en OK Corral (el reincidente Kevin Costner en Wyatt Earp y Kurt Russell en Tombstone); o más recientemente, en 2005 y 2006, con el autor de Desayuno en Tiffany’s y A sangre fría (el malogrado Philip Seymour Hoffman en Truman Capote y Toby Jones en Historia de un crimen) y en 2012 con Blancanieves y la reina malvada (Lily Collins y Julia Roberts en Blancanieves (Mirror, Mirror) y Kristen Stewart y Charlize Theron en Blancanieves y la leyenda del cazador). Todo ello, sin hablar de los volcanes que erupcionaron al unísono en 1997 (los de Un pueblo llamado Dante’s Peak y Volcano) o los meteoritos que cayeron al año siguiente (en Armageddon y Deep Impact).
En esta última temporada ha vuelto a repetirse la jugada, aunque esta vez una de las dos versiones cobró forma -como no podía ser de otro modo en estos tiempos de plataformas- de serie televisiva. Me refiero a sendas recreaciones del escándalo que rodeó a la figura de Roger Ailes y la cadena de noticias de ideología conservadora que este fundó y dirigió desde sus inicios: Fox News. Como ya sabrán, que un gran número de empleadas de la empresa denunciara al en un principio intocable Ailes por acoso sexual fue, junto con el caso del productor cinematográfico Harvey Weinstein, una de las piedras angulares sobre las que se cimentó el movimiento feminista del #MeToo.
En esta ocasión no queda tan claro que una sea de primera clase y la otra de saldo, pues ambas cuentan con estrellas al frente de su reparto. Pero sí es cierto que la propuesta cinematográfica partía con algo de ventaja mediática por aquello de las diversas nominaciones al Oscar (aunque finalmente se haya tenido que conformar con el galardón al mejor maquillaje, muy merecido por la transformación de algunos intérpretes en los personajes reales correspondientes). Les hablo de El escándalo (Bombshell), película dirigida por Jay Roach, realizador (paradójicamente) más bien discreto que empezó su carrera firmando la saga de Austin Powers y que hace un lustro quiso dar un giro a su carrera con otra historia verídica: el biopic del guionista Dalton Trumbo.
El escándalo ofrece una narración efectiva y dinámica, muy en la línea del Adam McKay de La gran apuesta y, en menor medida, El vicio del poder… Lo que no es de extrañar puesto que el libreto corre a cargo de Charles Randolph, guionista de la primera. Esto es: relato de ritmo vertiginoso, con profusión de datos y unos protagonistas que interpelan directamente al espectador. Este último recurso recae muy especialmente en la figura de Megyn Kelly, la presentadora estrella de Fox News a la que da vida la citada Charlize Theron, aquí de nuevo irreconocible tras encarnar a la protagonista de Monster y ganar un Oscar que en esta ocasión se le ha escapado en favor de Judy Garland; perdón, de Renée Zellweger. Le acompañan, y también reflexionan en voz alta en alguna ocasión, otras dos de las rubias más célebres del cine actual: Nicole Kidman interpreta a Gretchen Carlson, la primera empleada de Fox News que denunció a su superior y por tanto destapó lo que ya venía siendo vox populi en los pasillos y despachos de unos compañeros que participaron de un terrible silencio cómplice. Por su parte, la también nominada Margot Robbie -que parece firmemente decidida a merendarse Hollywood ya sea encarnando a Tonya Harding, resucitando a Sharon Tate o disfrazándose de Harley Quinn- está también excelente, pero responde a una pequeña trampa que se permite el guion de Randolph: encarna a un personaje de ficción que viene a representar a un gran número de figuras anónimas acosadas por Ailes... interpretado aquí por el siempre impecable John Lihtgow, también oculto bajo algunos kilos de maquillaje facial.
Las prótesis también juegan un papel fundamental en la versión televisiva del caso, si bien los protagonistas de la miniserie La voz más alta resultan más reconocibles a simple vista que los intérpretes de El escándalo. Es de justicia señalar que tuve la ocasión de ver la serie antes que el film, y después me sentí como si intentase disfrutar infructuosamente de la versión resumida estilo Reader’s Digest de un clásico literario después de leer el texto íntegro. Y no solo porque los siete episodios de La voz más alta permitan una mayor profundización en el devenir de la trama y el desarrollo de los personajes, sino porque el inspiradísimo guion de Tom McCarthy, muy en la línea de un David Mamet o un Aaron Sorkin, me parece muy superior al de aquella. Recordemos que McCarthy es el director y coguionista de otra magnífica crónica periodística transmutada en artefacto audiovisual: la oscarizada Spotlight y su denuncia de los abusos sexuales cometidos y tapados en el seno de la Iglesia católica en Estados Unidos.
De La voz más alta cabe destacar también que, al contrario que El escándalo, cede el protagonismo al depredador sexual antes que a sus víctimas; lo cual permite el lucimiento de un excepcional Russell Crowe justamente premiado con el Globo de Oro. Junto a él, unas estupendas Sienna Miller (que encarna a Beth Ailes, esposa sumisa y tolerante del acusado) y Naomi Watts; esta última en la piel del mismo rol que desempeña Kidman en la gran pantalla (curiosamente, las dos actrices que comparten personaje son amigas íntimas en la vida real desde hace décadas). No debería ser necesario señalar que la eficiencia de todos estos intérpretes resulta clave para que los espléndidos diálogos del serial cobren fuerza y resuenen en la memoria del espectador; también para que, aunque pueda disfrutarse de ambas propuestas, me decante por La voz más alta si me preguntan cuál les recomendaría en caso de poder ver solo una. Y si optan por ver las dos, les sugiero que vean primero el film y después la serie; hacerlo al revés, tal y como hice yo, tiene poco sentido.
Pero como no hay dos sin tres, y menos cuando se trata de un caso real, también disponemos de un documental stricto sensu sobre el caso: Divide y triunfarás. La historia de Roger Ailes, con el que la documentalista Alexis Bloom se adelantó un año a las dos propuestas comentadas. Imagino que debe de resultar harto interesante confrontar esta narración documental de los hechos con la ficción de El escándalo y La voz más alta, pero debo confesarles que no he tenido el ánimo de verlo: con ser testigo de esta sórdida historia en dos ocasiones he tenido más que suficiente. Pero conste que, como la serie, Divide y triunfarás lo tienen disponible en, por supuesto, una plataforma digital.
El escándalo (Bombshell) se proyecta en cines de toda España; La voz más alta y Divide y triunfarás. La historia de Roger Ailes están disponibles en Movistar+.