Con las mujeres no hay manera
Abandonad toda esperanza, salmo 74º
Hay que reconocerle a Boris Vian su acierto a la hora de titular sus novelas con conceptos que se han convertido a su vez en títulos remedados por otros artistas, cuando no en frases del acervo popular. Si Que se mueran los feos y Escupiré sobre vuestra tumba fueron rescatados por Los Sírex y Siniestro Total para enriquecer todavía más la ilustre historia de la canción española, la frase que encabeza esta columna forma ya parte de la tradición del machismo español.
Pero, al menos en lo que al mundo del cómic se refiere, era una verdad indiscutible hasta hace bien poco: a la hora de que un tebeo cale, con las mujeres no hay manera. Solo con el reciente éxito del manga el número de lectoras se ha incrementado considerablemente. Ahora solo queda esperar que estas, la mayoría otakus que se disfrazan de sus personajes favoritos a la primera de cambio, mantengan el interés por el arte secuencial conforme vayan creciendo...
Por todo ello, mayor mérito tiene una creación como Esther, que vio la luz en los años 70 de la mano del guionista inglés Philip Douglas y la dibujante española Purita Campos, y que se convirtió en todo un icono de la cultura popular de la transición en las páginas de Lily, Pecosa o Esther y su mundo. Ahora, bien entrado el siglo XXI, vuelve al mercado con Las nuevas aventuras de Esther, historias inéditas escritas por Carlos Portela e ilustradas por Purita Campos, y donde la protagonista es una separada de treinta años con una hija rebelde a su cuidado. Así, los autores han puesto al día un icono del tebeo español con la inteligencia suficiente como para adaptarla a los nuevos tiempos... y a la mayoría de edad de sus seguidoras más fieles.
Si las lectoras han encontrado en Esther un personaje con el que identificarse y al que seguir fielmente, los lectores, más primarios, siguen deleitándose con la representación de la mujer como objeto sexual en el noveno arte. La permanencia de este icono pictórico se ha mantenido desde tiempos pretéritos, y muchas obras clásicas siguen teniendo vigencia tanto artística como comercial. Buena prueba de ello es la reedición de Vampirella de Warren Publishing, de la que ya hemos hablado alguna vez, pero que merece reiterarse sobre todo por el espléndido arte, de una belleza arrebatadora, del español José González.
Ahora bien, los que crean que ese erotismo está superado y busquen emociones más fuertes deberían echarle un vistazo al desvergonzado (y lo digo como un piropo) Elizabeth Bathory de Raúlo Cáceres, un tebeo tan maravillosamente pulp como el anterior, pero donde la sangre empapa cada una de sus páginas y el sexo, brutal y explícito hasta lo pornográfico, se convierte en el rey de la función. Dejando a un lado a los más mojigatos, les gustará. Porque si con las mujeres no hay manera, con los hombres mucho menos.
Las nuevas aventuras de Esther, Vampirella y Elizabeth Bathory están editados por Glénat, Norma y Berenice respectivamente.