Opinión

Con ocho basta (II)

Me encantaba, pues, sentarme frente al televisor y disfrutar de aquellas teleseries familiares, lacrimógenas y sensibleras, impregnadas de valores y mensajes humanos, en las que primaban, por encima de todo, la moral cristiana, la solidaridad, el esfuerzo y la abnegación. De todas ellas destacaban, sin lugar a dudas, “Autopista hacia el cielo” y “La Casa de la Vereda” (una versión a la villenera del eterno clásico “La Casa de la Pradera”), ambas protagonizadas por el carismático y bondadoso Michael Landon.
En “Autopista hacia el cielo”, Michael Landon encarnaba el papel de Jonathan Smith: un ángel que había sido enviado a la tierra con la misión de ayudar y hacer el bien a los demás. En el capítulo cincuenta y siete, Jonathan, haciéndose pasar por un miembro de la Guardia Civil, se dedica durante toda la tarde del día 5 de septiembre a regular el tráfico en la autovía del Mediterráneo, a la altura del Puente de la Losilla, con el fin de evitar que algún vehículo se salga de la calzada y caiga sobre una de las zonas del planeta con mayor concentración de gente feliz por metro cuadrado. Tras estar a punto de ser arrollado por un camión de mudanzas, a la salida de uno de los túneles, Jonathan intenta convencer a los allí presentes de que la mejor opción para evitar posibles tragedias es la de que los festeros salgan de la Avenida de Elche y no se aglomeren bajo aquel puente sobre el cual el tráfico es especialmente intenso y peligroso. Jonathan, además, se desgañita advirtiendo a los festeros que no fumen ni apaguen los cigarros y los puros al lado de los surtidores que hay en la gasolinera de RIESMA, ya que una negligencia podría provocar que cientos de festeros y músicos saltaran por los aires… Por toda esta labor, y debido a su carácter siempre afable y cordial, en el último capítulo de la serie Michael Landon es propuesto como candidato a ocupar el puesto de Presidente de la Junta de la Virgen, cargo que pasará a desempeñar durante un periodo de casi cuatro años.

Y es que, en el fondo, Michael Landon, Michael Knight y yo, Andrés Ferrándiz Domene, llevábamos a cabo las mismas labores sociales, encaminadas, todas ellas, a defender, proteger y salvar vidas ajenas. La diferencia estribaba en que Landon y yo siempre optábamos por ayudar a la gente a través de la palabra y los consejos morales, mientras que Knight utilizaba métodos mucho más violentos y policiales. De hecho, a mí Knight siempre me había recordado a uno de aquellos jóvenes asiduos a la discoteca Florida que se pasaban los fines de semana buscando camorra y peleándose con gente de Yecla y Caudete.

En cuanto a “La Casa de la Vereda”, hay que decir que en ella se narraban las desventuras de la familia Ingles: una familia cuya vida estaba plagada de sacrificios, pobreza, desastres naturales y desgracias personales. Michael Landon representaba la figura de un esposo y padre ejemplar, puro y casto hasta la médula, que jamás había probado el Ponche ni pisado un puticlub. La familia era propietaria, además, de un laboratorio meteorológico. Todas las mañanas, la pequeña Laura Ingles, interpretada por Melisa Gilbert, se encargaba de facilitar a los medios informativos las temperaturas máximas y mínimas registradas en la zona durante el día. Una fría mañana de domingo del mes de enero en la que el termómetro marcaba quince grados bajo cero, la cándida Laura es encontrada en medio del campo, en avanzado estado de congelación, junto a una bolsa con cuatro docenas de churros que había comprado en el Moña, al salir de misa de Santa María, y que tenía pensado compartir con sus hermanas Mary y Carrie, los niños adoptados Albert, James y Casandra, el travieso Willie, el Sr.Edwards, el Dr.Baker, el reverendo Alden y la malvada Nellie.

Otras de las series memorables que nunca pude olvidar fueron “Hombre rico, hombre pobre”, la historia de dos hermanos, uno de ellos Almogávar y el otro Estudiante, cuyas vidas toman caminos muy distintos. Uno de ellos (no adelanto quién) se deja bigote, se compra un piso en La Corredera y se casa con una Mora Nueva, mientras que el otro, se casa con una Ballestera y acaban teniendo un hijo Marino Corsario, y “Vacaciones en el bar”, la historia de un villenero que harto de veranear con la familia en Campello decide pasar la segunda quincena de julio en el Mesón Flores en régimen de Todo Incluido. Allí conoce a un simpático barman de raza negra llamado Isaac que es el encargado de servirle un cubalibre cada media hora y que le soporta todos sus comentarios machistas y xenófobos, así como sus constantes alusiones dedicadas a ensalzar las Fiestas de Moros y Cristianos. Cada vez que el hombre se levanta de la banqueta para ir al aseo se tambalea de pared a pared, dando la sensación de que va a bordo del Princesa del Pacífico. “Es como si el suelo del bar se hubiera transformado en el de un barco azotado por un fuerte oleaje” le dice nuestro personaje a Isaac.

Y es que todas aquellas series fueron sin duda el germen y la semilla de las que hoy en día se nos ofrecen. Como por ejemplo, la popular “Aquí no hay quien viva”: serie española que narra las peripecias de una comunidad de vecinos de la calle Sancho Medina, harta de tantos actos y tanta presentación, o la no menos visionada “Cuéntame cómo pasó”: la historia de un guardia jurado que está en la puerta de la Troya y que se lleva la bronca de un directivo de la comparsa de Estudiantes por haber dejado pasar a un amigo suyo de la mili que no llevaba entrada ni carné de socio…

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