Conmemoración del 8 de Marzo: la conquista de los derechos
Partimos de la premisa de que ningún derecho, en ningún país ni en ninguna época, se ha reconocido con consenso. Tampoco el derecho a la igualdad. En el momento en que cualquier derecho es reconocido legalmente, genera polémica y confrontación por parte de quienes, a priori, no lo admiten. Y una vez que se produce el reconocimiento del derecho, a continuación tiene lugar una desactivación de la polémica. Pero en el caso de que afecte a las mujeres esto no ocurre así. En ese caso no existe un reconocimiento de los derechos de las mujeres. Así ha ocurrido a lo largo de la historia y sigue ocurriendo, lo hemos comprobado recientemente con la Ley de Igualdad y con la Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género, y próximamente tendremos ocasión de volver a comprobarlo cuando se apruebe la modificación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Vayamos ahora a los inicios de la conquista de derechos: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en el escenario de la Revolución Francesa, fue un documento fundacional sobre los derechos, la libertad y la igualdad en los tiempos modernos que puso de manifiesto que los individuos, los ciudadanos, eran los hombres, y el modelo de ciudadanía predominante desde entonces, pero dejó afuera a las mujeres. Con esto quedó demostrado que el vocablo hombre usado como genérico no incluye necesariamente a la mujer.
Desde entonces, y pasando por toda una serie de vicisitudes (entre las que se encuentra la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 y el reconocimiento por la ONU en 1977 del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer), hasta llegar a nuestros días el avance parece considerable, sin embargo, ocho años después de la celebración de la Cumbre del Milenio, (entre cuyos compromisos adoptados se encuentra la igualdad entre mujeres y hombres), los datos al respecto (por ceñirnos solo a este punto, y únicamente a España y en algún caso a la Unión Europea) los datos, decíamos, siguen siendo desalentadores:
Acceso al poder. Derecho a la paridad. Este derecho todavía no se ha conseguido, pues los varones en este ámbito, generalmente, son considerados insustituibles, mientras que a las mujeres se las considera intercambiables. Lo ideal sería que unos y otras fueran siempre intercambiables, pues de esta forma se conseguirían dos cosas muy importantes: que nadie se apoltronara en el poder y que fueran muchas las personas que lo experimentaran. Más del cincuenta por cien de la población española son mujeres, sin embargo, éstas solamente ocupan el 36% de los escaños parlamentarios y el 31% del conjunto de altos cargos en la administración (datos del 2006). Para excluirlas siempre se apela a la capacidad, y esto es así cuando el 60% de quienes obtienen la licenciatura son mujeres.
Representación en las universidades y las empresas: Las mujeres ostentan el 35% de las plazas del profesorado universitario y el 13% de las cátedras y el 28% del empresariado. Todo ello a pesar de representar el 60% de las personas licenciadas.
Empleo y retribuciones económicas. La tasa de empleo masculino es del 71,3%, mientras que la ocupación femenina no llega al 57%. Las mujeres ocupan el 78% de los trabajos a tiempo parcial. Las mujeres desempeñan el 75% de los nuevos empleos creados por la Unión Europea desde el año 2000, pero ganan de media un 15% menos que los varones (en España un 13%).
Dedicación al cuidado de la familia y la casa: Este punto está estrictamente relacionado con el anterior, pues si no se asume la corresponsabilidad en las tareas de cuidado y atención de la familia difícilmente podrán las mujeres acceder al derecho a un empleo digno y a la independencia económica. El Eurobarómetro muestra que el 77% de las mujeres españolas afirma ser la encargada de la limpieza y un 81%, de la cocina. Cada año casi cuatrocientas mil mujeres, abandonan su empleo para asumir responsabilidades familiares, frente a catorce mil quinientos varones que hacen lo propio.
Derechos sexuales: Al igual que en los puntos anteriores en este queda un largo camino por recorrer, pero tomando únicamente los de los extremos del mismo, tendríamos en uno; el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y en el otro: la abolición de la prostitución, pues como sabemos, aunque se están dando algunos pasitos no se han conseguido ninguno de los dos objetivos.
Derecho a una vida sin violencia: No vamos a detenernos demasiado en la más extrema de las violencias machistas que lleva a la muerte a tantas mujeres, solo decir que la violencia física interindividual existirá mientras subsista una relación basada en la desigualdad y en la subordinación ya que entonces la mujer ofrece condiciones óptimas para convertirse en objeto de agresión.
Queremos señalar otro tipo de violencia que promueve y perpetúa la anterior. La violencia subliminal y coercitiva que se lleva a cabo por medio de mensajes modeladores de conductas. La llevan a cabo los Medios de Comunicación, sobre todo los audiovisuales. Y que curiosamente, cuando se promulgan leyes que amplían derechos, se produce una intensificación de los estereotipos sexistas. No tenemos más que observar los llamados programas-basura para comprobarlo. Y otro tanto ocurre con las religiones, ya que a cada ley que se aprueba para desactivar las normas basadas en el sexo, es atacada por las religiones que intensifican su lucha en defensa de los estereotipos sexuales.
Conciliación: Y ahora una pregunta para reflexionar: ¿Nos hemos planteado por qué cuando se nombra la Ley de Conciliación de la Vida Familiar y Laboral, automáticamente pensamos en que quienes tienen que conciliar son las mujeres? La ley en su enunciado hace referencia a las personas trabajadoras, por tanto no atañe específicamente a las mujeres, sino a todas las personas: mujeres y varones. Y es que todavía se sigue pensando que el cuidado y la atención de la familia es algo que corresponde realizar a las mujeres.
Aparentemente existe un consenso en admitir que es necesaria la incorporación de las mujeres a la esfera política para conseguir una mayor igualdad, eficiencia y justicia. Una buena prueba de ello es la reciente formación de un gobierno paritario en nuestro país. Sin embargo y a pesar de décadas de investigación y defensa de la igualdad de género, los que elaboran y planifican las políticas siguen pensando en el hombre como proveedor y la mujer como responsable del hogar. Cabe esperar que esa tendencia vaya modificándose en la medida en que se amplíe y se mantenga en el tiempo el número de mujeres dedicadas a la política.
Es a raíz del nombramiento del segundo gobierno paritario de nuestra democracia cuando se plantean de nuevo todas estas cuestiones. Ya que muchas personas creían que nuestra sociedad había aceptado la igualdad real de todos sus habitantes, es decir; varones y mujeres, pero la cruda realidad nos ha hecho constatar lo que muchas de nosotras ya sabíamos: que por desgracia para todos, esa igualdad todavía no se ha conseguido.
Y es que al parecer los poco más de 30 años de vida que tiene nuestra joven democracia son insuficientes para crear conciencia de género. Pero es imprescindible que este nuevo concepto de igualdad de género que permite a las mujeres obtener una parte muy importante del poder político sea asimilado por toda la ciudadanía. De lo contrario, si no se produce una clara concientización de toda la sociedad, los avances hacia una plena igualdad no se producirán.
Rosalía Sanjuán
Colectivo Luna de Mujeres. Villena.