¿Conoce alguien de ustedes la dignidad? (Carta al director)
Es legítimo que haya discrepancias en un equipo de gobierno, son también normales las distintas opiniones dentro de un mismo partido e incluso, a veces, es beneficioso que las haya. Porque diferentes visiones pueden fortalecer una estrategia final. El dicho popular dice que cuatro ojos ven más que dos y eso, aplicado a la ingrata política, sirve y mucho, si los distintos argumentos son para aportar, no para destruir; si las diferencias de puntos de vista son para reconstruir, no para enemistar; si la suma es un instrumento para crecer y no para dividir. Y todo este debate, siempre legítimo, desde el respeto, la tolerancia y un elemento fundamental y necesario: la dignidad.
Si un político no tiene respeto ni conoce la educación, ¿de qué sirven sus votos, siempre cautivos? Y si el debate se convierte en confrontación, casi siempre personal, ¿qué ejemplo damos a los vecinos, a la comunidad, a nuestros hijos?
Resulta ya asquerosamente triste las conductas de nuestro gobierno municipal, ya desde el comienzo de la legislatura, que no olvidemos, con mayoría absoluta; es decir, que nadie, ni desde la oposición ni desde la opinión personal puede influenciar ni a favor o en contra de las decisiones. Pues bien, las disputas van más allá del círculo interno del partido y se airean, públicamente, las tensiones. Las tensiones se convierten, más que dialécticas, en beligerantes. Se forma una escisión de ocho que luego se queda en seis, porque dos quieren comer. Los seis quedan en cinco porque uno cae, lamentablemente, enfermo. Y el grupo oficial con el látigo en mano porque no permite discrepancia ninguna. Se les quitan delegaciones, se les priva del sueldo y la historia se vuelve a enredar. Y porque siete concejales no pueden gobernar a un pueblo tuvieron que rectificar, y devolver, por tanto, sueldos y delegaciones.
Los díscolos no tienen dignidad. Si se fueron y estaban dispuestos a crear un grupo mixto es inadmisible que vuelvan por el empleo, y el sueldo; para encontrarse con lo mismo. El grupo oficial tampoco tiene dignidad, pues levantaron el castigo no por benevolencia, sino por necesidad.
Todo se hubiese arreglado si unos ceden en sus ambiciones y desafíos y otros, la corriente oficial y prepotente no sé bien de qué, retiran el látigo siempre amenazador.
En cualquier caso, y siguiendo la historia, acabar alguno que otro a hostia limpia y en plena calle resulta desesperanzador.
SI NO TIENEN DIGNIDAD, LAS DOS PARTES, RENUNCIEN YA. El pueblo necesita gente honrada, respetuosa, tolerante, educada y sin chulería ninguna. Para chulos, lamentablemente, ya estamos sobraos en la vida cotidiana.
Fdo. Juan José Torres Crespo