Consenso
La salud de las democracias, cualquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario. Si el régimen de comicios es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal. (Ortega y Gasset. La revolución de las masas).
Cuando se parte de la base, en las diversas opiniones de los autores intervinientes en el asunto, de querer modificar el actual sistema electoral para establecer uno nuevo, personalmente trato de fijarme en aquellas cosas de las que se dicen y que coinciden entre todas otras aquellas que se dispersan en la obtención de un mínimo consenso aplicable, aunque, también, principalmente en entender que los procedimientos electorales no son extrapolables a países de culturas diferentes.
Realmente, de las últimas manifestaciones realizadas en los medios locales sobre el procedimiento electoral ninguna coincide con la del vecino. Luego la cuestión que originariamente se nos plantea es la de una sencilla pregunta: ¿qué es lo que queremos? No vaya a pasar que donde antes dijimos que si ahora queramos que no, solo porque no nos convenga , decidiendo convertirnos en tránsfugas de lo que remarcamos a fuego troquelado de otra manera o bien vayamos en la dirección de no haber previsto las consecuencias por ignorancia, lo cual nos convertiría en estúpidos rematados.
Quien quiera entender una reforma del sistema electoral de la administración local al modo, por ejemplo, de los distritos municipales norteamericanos que piense que el sistema norteamericano no es proporcional sino mayoritario y quien lo gana lo gana todo o viceversa, o lo que es lo mismo, el sistema no permite la proporcionalidad representativa sino la gobernabilidad del que obtiene solo un voto más, excluyendo a quien cuenta con muchos votos pero con un voto menos. Quien como IU se indigne de que teniendo más votos en todo el territorio nacional consigue menos escaños, antes que pensar en una reforma del sistema electoral quizá el problema radique (para mí sí) no en el sistema electoral general que castiga la opinión de IU sino en el sistema de partidos políticos con el que IU parece no querer contar o entrar a hacer valer su debate ideológico en la circunscripción provincial, de tal modo que le huelga obsesionarse por una circunscripción única que nunca le van a aceptar en una improbable reforma electoral de un Estado autonómico que sustituya la circunscripción actual. Imagínense alguien pidiendo en el Congreso de los Diputados una doble vuelta como el sistema presidencialista francés o incluso uno más ponderado desde el punto de vista del voto del ciudadano como el alemán con una circunscripción nacional única más un voto personalizado a otro o al mismo candidato en el distrito territorial inferior, repartiendo escaños uninominales y escaños federales o locales. Para IU es este un debate poco útil en su propuesta, ¿porqué? Porque le bastaría con que empezaran a votarle más en las provincias, no dejando tener el voto tan disperso, para obtener muy buenos resultados electorales.
¿Qué circunscripción consensuamos en España a los efectos? Permítanme los crédulos que sonría un poco.
Probablemente cualquier criterio de funcionamiento ponderado del voto de cualquier reglamento orgánico municipal o de otra cámara representativa, acorde con la realidad, sea más eficaz que cualquier reforma constitucional. Quizá el criterio aritmético del voto ponderado (según el resultado electoral configurado previa transacción o consenso del sistema de partidos y no uno nuevo para cada momento exigido por quien decide cambiar de lista electoral una vez elegido) y según qué materias, sea también un criterio de enorme utilidad.
Lo que si verán nuestros ojos, diariamente, es el funcionamiento adecuado o el mal funcionamiento que damos a las instituciones representativas a las que acudimos originalmente respetando unas reglas del juego, haciéndose las fotos de rigor con toda clase de abrazos, aplausos, sonrisas, palmaditas y parabienes, que ahora pretenden algunos con más espalda que inteligencia negar tres veces, los mismos que antes juraron o prometieron, poniendo la mano derecha sobre el texto constitucional que ahora quieren reformar.
José J. Álvarez Viana
Abogado y Politólogo