Corto recorrido
Abandonad toda esperanza, salmo 84º
Resulta curioso que si en el ámbito del cine los cortometrajes tienen cada vez mayor predicamento no suceda algo equivalente con la literatura: los relatos, salvo los de algún escritor ya consagrado (gracias a sus novelas, no lo olvidemos) no tienen un mercado propio. Ya señaló Albert Solé que al lector le da pereza mudarse y cambiar mentalmente el mobiliario de un cuento a otro, y prefiere ubicarse cómodamente en una larga historia a lo largo de trescientas páginas y ya no moverse de allí hasta que termine.
No hablemos ya de la historieta: las revistas de cómics (que no sobre cómics, que eso es otro cantar) parecían, hasta hace bien poco, cosa del pasado. Los de mi generación las descubrimos de la mano de nuestros hermanos mayores, amigos más veteranos y/o maestros espirituales. Todos recordamos aquellas historias de Dossier Negro, Cimoc, Zona 84 o Cairo, cogidas al vuelo: había una extraña magia en descubrir un ilustrador deslumbrante que materializaba una historia que no sabíamos de dónde venía y a dónde iba, pues la leíamos en números sueltos y rara vez de forma completa.
Hubo intentos de recuperar el formato: recuerdo la segunda temporada de Creepy (donde un servidor descubrió a Esteban Maroto, Ortiz y Segura o las portadas de Sanjulián, y donde debutó un joven Enrique Corominas) y, posteriormente, las interesantes Viñetas y Comix Internacional, esta última de vida muy breve pero que nos dio tiempo a reencontrarnos con el impecable arte de Fernando de Felipe.
El día en que murió El Víbora fue una jornada triste. Enseguida le siguió Mr. K, la iniciativa juvenil de El Jueves, y recientemente anunciaba su cierre NSLM (Nosotros somos los muertos), una de las propuestas más interesantes del mercado, verdadero buque insignia del tebeo de vanguardia.
Pero no todo está perdido: dos editoriales se han liado la manta a la cabeza y han parido dos propuestas bien distintas pero ambas igualmente interesantes: por un lado, El Manglar aglutina lo mejor del cómic europeo, de Manu Larcenet a Javier Olivares, de Frederik Peeters a Manel Fontdevila. Combina historias serializadas con autoconclusivas, y completa la oferta con secciones de actualidad y crítica y una entrevista a fondo que, de momento, cumple con todas las exigencias del lector.
Más sui generis es Tangaroa, una propuesta que hasta el momento firman tres únicos autores de aquí, que se lo guisan y se lo comen todo de principio a fin: Guillem March, Jaime Herrera y Guillem Dols combinan el humor y la seriedad, el trazo limpio y el claroscuro, la ilustración y la fotonovela, en esta revista de cómics de portada doble y formato manejable.
Ambas, El Manglar y Tangaroa, bien merecen que el lector se rasque el bolsillo cada dos meses (ninguna se ha atrevido con la periocididad mensual, y se entiende). Y es que no podemos permitir que estos proyectos caigan, como tantos otros, en saco roto.
El Manglar y Tangaroa están editados por Dibbuks y Dolmen respectivamente.