Credibilidad (Carta al Director)
Cuando yo era niño, en mi casa, la casa de una familia humilde, siempre oí decir a mis padres lo importante que era no faltar a la palabra dada. He visto a mi padre acordar algo con otras personas y un simple apretón de manos valía más que hoy día una firma ante Notario.
En cambio, en la actualidad, los contratos entre personas o empresas, aun firmados y ratificados, no tienen apenas valor, es difícil saber que la parte contraria cumplirá lo pactado. No hay credibilidad en los acuerdos, sobre todo, comerciales. Las empresas no tienen problemas por vender, tienen problemas por estar seguros de poder cobrar lo vendido.
No soy economista, aunque me preocupa el tema, y mucho. A fin de cuentas, los avances de la sociedad en la que vivimos dependen en gran medida de la buena o mala marcha de la economía. Si ésta va bien, hay trabajo, se recaudan impuestos y se hace frente a numerosas necesidades sociales, si va mal, peligra el trabajo, no se recauda y hay recortes sociales, simplemente porque no hay dinero para hacerles frente.
Según se dice, esto no lo puedo afirmar, los inversores funcionan en base a la credibilidad de que puedan recuperar aquello que han invertido, con las ganancias correspondientes, si no, no invierten. Cuando los Estados se endeudan para crear en los ciudadanos una riqueza y un bienestar ficticio, si además la perspectiva es endeudarse más, los inversores, para seguir financiando la deuda, solicitan ganar más, porque el riesgo de no cobrar es mayor, y cada vez cuesta más a los estados endeudados que les financien eso que deben.
Pecando de iluso, porque estoy indignado de que siempre seamos los mismos los que pagamos los platos rotos de la ineptitud de los gestores políticos, me gustaría que algún partido llevase la propuesta en su programa de intentar devolver a nuestra convivencia esa credibilidad perdida. Por supuesto, el inicio para llegar a esa credibilidad debería comenzar por la misma Administración (Central, Autonómica y Municipal) con la promesa de recortar esa deuda para no tener que depender de inversores/especuladores.
A continuación, pagar todo lo que se les debe a asociaciones, empresas y particulares que están años pendientes de cobrar de la Administración, evidentemente con las prioridades y urgencias que cada caso requiera, pero sin la parsimonia típica de la Administración. Esto daría una alegría a la economía que crearía muchísimos puestos de trabajo.
Pero, además, generaría credibilidad en la vida cotidiana, porque ¿cuántas empresas grandes están hundiendo a otras más pequeñas diciendo que no pagan ya que a ellos no les paga la Administración? Esto ha generado un efecto dominó de forma que esas empresas tampoco pagan a otras (efecto del que muchos sinvergüenzas se aprovechan) de modo que aquí nunca se está seguro de cobrar lo que a uno le deben.
Si la prioridad es pagar lo que se debe y no entrar en gastos a los que no se pueda hacer frente, si se reforman las leyes de forma que no salga gratis el alzamiento punible de bienes, si se ayuda a quienes quieren, pero no pueden amortizar sus hipotecas, estoy seguro que volveríamos a tener de nuevo credibilidad en esta bendita sociedad española nuestra. Credibilidad que se ha perdido del todo.
En relación con las inversiones, creo que se deben ralentizar, no eliminar, las grandes y costosas obras cuyo beneficio a corto plazo no está nada claro Aeropuertos, Ave, Autopistas, etc . Si se reactiva la economía por volver la credibilidad, volverá el empleo y la mayor recaudación de impuestos y se podrán retomar con más ímpetu las infraestructuras cuando esto ocurra.
Por otra parte, y para ayudar a crear esa credibilidad, la Administración tiene que adelgazar sobre todo el número de políticos, o por lo menos los que cobran, no puede haber competencias para políticos y funcionarios duplicadas o triplicadas en las distintas administraciones.
También creo que es un error retrasar la edad de jubilación. Si no hay jubilaciones, no se deja entrar a los jóvenes en el mercado laboral con lo que no se aumentan los ingresos a la Seguridad Social ni los impuestos que generaría esa entrada de savia nueva.
En cuanto a los recortes que seguro tendrá que haber, deberemos leer bien los distintos programas electorales y luego actuar en consecuencia.
Evidentemente esto no es un tratado de política económica, sólo pretende ser una idea, con la que se estará de acuerdo o no, y que algún político pudiera recoger. Si a alguien le parece buena, está a disposición de quien la quiera.