Cultura

Crónica cultural enero 2018

El fin de semana pasado parecía más propio de un mes primaveral que del ecuador invernal en que nos encontramos; finalizaba la semana cultural del barrio de San Antón y nuestro Teatro Chapí casi desbordaba su aforo con los tres pases programados del espectáculo Mayumana. Pero igual que entre cucharada y cucharada de caviar ruso decía Ricardo Costa del Partido Popular, en Villena la fiesta no se acaba nunca. Así que sin terminar de saborear los pasados eventos ya estamos pensando en las propuestas que Sufriendo y Gozando ha preparado para este fin de semana en la Plaza cubierta. Pero no vayamos tan rápido, queridas personas. Porque queda reflexionar un poco sobre lo poco que pude presenciar el pasado fin de semana.
Para abrir boca me acerqué el viernes a la entrega de premios del II Certamen de Poesía Amalio Gran en la cafetería de la Casa de Cultura, que curiosamente al continuar cerrada sirvió de contrapunto al lema del concurso: “tras la barra del bar”. El acto transcurrió dentro del protocolo previsto ofreciendo la lectura de los poemas seleccionados; y finalizó con la satisfactoria noticia de los patrocinadores, la Sede universitaria de Alicante y la papelería Papelicopy, de renovar su compromiso con la actividad. Poco más que escribir al respecto, salvo una mención personal y especial a Juan José Tomás, Bil, ganador del Premio Joven del certamen, poeta villenero cuyos trabajos ustedes ya deberían conocer.

El sábado, en la ermita de San Antón, se realizaba la propuesta El poder de la tentación de mano de La Creativa y Tempo. Como cada año se pusieron en escena las tentaciones del monje desde una perspectiva artística contemporánea, en la que el público se enfrenta a lenguajes y espacios poco convencionales (cuánto mejor si se trata de acercarse a visiones místicas y paradigmas morales). Queda destacar que el trabajo presentado este año ha sido creado por un grupo de artistas de Villena, procedentes de distintas disciplinas y a lo largo de una semana de trabajo en común. La pieza final exudó talento, compromiso y trabajo grupal, algo que siempre trae un resultado sugestivo y confortable.

Pero todavía quedaba el domingo. Entonces, la compañía franco-española Tempo, a la que pertenece nuestra querida actriz Maite Sánchez, presentaba en la primera planta de la sala de exposiciones su montaje Los árboles también duermen. Allí encontramos una experiencia escénica, sin ataduras narrativas, ni siquiera poéticas, que nos condujo por caminos poco circundados donde la lógica y la razón existen pero no sirven como guía. Con esto no quiero decir que se adentraran en terrenos surrealistas o absurdos, sino que su trabajo nos llevó a un mundo al que se accede de un modo vivencial, sensorial, a la experiencia única. Algo que de un modo más explícito aparece en el “segundo acto” de su espectáculo, donde el juego teatral involucra al “patio de butacas” para formar parte activa de este “teatro-celebración”.

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