Fiestas

Crónica de un viaje a Madrid

Salía de mi domicilio a las 5:45. La mañana era fresca. Al llegar al sitio indicado ya había ambiente festero: algunas bolsas con trajes festeros y Manolo, el presidente de la Junta Central, con una furgoneta llena de estandartes. Después de la verificación del concejal de Fiestas salimos por fin, rompiéndose el silencio con las conversaciones entre festeros y alguna que otra llamada de móvil, auténtica exhibición de pasodobles de nuestras comparsas.
Por fin en Madrid, lo primero que pasamos fue uno de esos nuevos túneles impresionantes e interminables. Al entrar a las dependencias municipales de la Casa de Campo, por cosas del azar, un grupo de percusión estaba ensayando, señalando una festera muy eufórica que ya estábamos en el sitio y una banda nos recibía tocando en la puerta del autobús música festera, una maravillosa coincidencia que nos emocionó a más de un festero.

Nos recibieron varios componentes de la UNDEF, entre ellos su presidente. La encargada de protocolo y Gaspar, un villenero que pertenece a la UNDEF y estaba organizando el desfile, nos indicaron el sitio para cambiarnos, donde habían preparadas estufas para tener una temperatura adecuada y sillas para dejar la ropa. Rápidamente comenzamos a vestirnos y a agruparnos por comparsas. Al salir, la organización había colocado una barra para tomar un café, que en esos momentos nos sentó de maravilla. Pero de pronto una fina lluvia hizo acto de presencia mojando la calle. Nos refugiamos en la entrada del caserón donde estábamos, debajo de una cornisa. Por suerte, la lluvia no cogió intensidad, sino que al poco tiempo cesó.

Llegado el momento volvimos a subir al autobús, pero ya vestidos de festero, recorriendo la Casa de Campo y viendo al fondo el cauce del Manzanares y la catedral de la Almudena. Pasábamos por las principales calles de Madrid… ¡vestidos de festero! Conforme llegábamos al centro había cada vez más tráfico, cortándose en la Plaza de España, pero a nuestro autobús le abrieron el paso. En la misma plaza de Callao, donde comenzaba la calle Preciados, había un gran gentío: festeros, músicos y sobre todo publico con sus cámaras de fotos, que no paraban de utilizar.

Dispuestos en filas, el momento más emocionante llegó cuando empezó a sonar la percusión, poniéndosenos a todos la carne de gallina al escuchar sus sones. Estuvimos unos minutos escuchando la percusión y esperando a salir mientras bromeábamos con los Piratas sobre el ritmo de la marcha mora y cómo serían con este ritmo las clásicas volteretas. Incluso sonó el característico sonido del “pilili-ehoo” típico de algunos desfiles de marcha mora. Por fin empezó a desfilar el estandarte, el cabo y todo el bloque, que marcaba el paso marcial de la marcha mora entre el aplauso continuo de los espectadores que llenaban por completo toda la calle Preciados.

El desfile fue cogiendo intensidad conforme recorríamos Preciados; los flashes no paraban. Uno de los momentos más anecdóticos fue el paso sobre una rejilla de ventilación del metro. Poco a poco recorrimos la calle Preciados en medio de los espectadores y sus cámaras de fotos, nosotros cada vez más emocionados. Al final de la calle Preciados entramos triunfales a la Puerta del Sol, otro momento emocionante al ver el reloj, la torre y el carillón tan especial para todos los españoles.

Al romper filas las fotos de rigor: el kilómetro cero, el reloj y la torre y también la foto con el Oso y el Madroño de Navarro Santafé, y los espectadores también sin parar de pedirnos que posáramos con ellos. La comida posterior fue de las de “camareros de guante blanco”, como comentó alguno de los festeros. Al terminar de comer nos fuimos a quitarnos nuestros trajes con gran pena. Había terminado una gran aventura, en un instante los trajes y las capas volvieron a dormir en los portatrajes, y los turbantes y botas en las maletas y bolsas a la espera del día 5. Solamente paramos una vez al llegar a La Roda para estirar un poco las piernas, ir al aseo y, algunos, comprar “Miguelitos”.

Llegamos a nuestra querida Villena a media luz, como cuando salimos. Terminó el sueño de Madrid. Sólo quedan muchas fotos, algunos videos, algunas tomas de televisión y un impresionante recuerdo para todos los participantes.

Joaquín Marco Sanjuán

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