Cultura

Crónica de viernes

Les anunciaba la pasada semana dos propuestas que merecían sin duda atención: una la conferencia de Eluterio Gandía sobre el teatro en Villena en el período que lleva de 1838 a 1940, que se desarrolló en el salón del Círculo Agrícola Mercantil Villenense; otra, el recital sobre la obra del desaparecido poeta catalán don Jaime Gil de Biedma, que don Mateo Marco presentó acompañado musicalmente por Benjamín Menor y Pepe Cabanes dentro de la actividad A Micro Abierto que nuestra Casa de Cultura organiza cada tantos meses. No hubo tiempo para cumplir concienzudamente con ambas, lo que lamento profundamente –y así se lo vuelvo a expresar a Eleuterio–, aunque sí, en su medida, se pudiera disfrutarlas (o degustarlas).
Porque la conferencia relativa al teatro en Villena en el período citado es resultado de una investigación paralela, la que Eleuterio realiza sobre el Hospital de Villena, que descubre aquellas inmensas lagunas que conllevaría una investigación específica sobre el teatro. Y es que gracias al reflejo en la contabilidad del Hospital de las aportaciones económicas de los espectáculos que se realizaron a lo largo de esta época, se ha podido seguir la pista del desarrollo de la actividad teatral en nuestra ciudad, además de la ubicación de los distintos espacios escénicos (cinco y uno fallido, nos dice el ponente). Un interesante seguimiento de las formas de hacer, de gestionar, y de la simiente de donde surgen las iniciativas, así como de los intereses y propuestas. Un panorama que encaja a la perfección en ese puzzle que supone la historia del teatro en dicha época en nuestro país, llena de sombras y luces, negras sombras y centelleantes luces.

Y al otro lado, un par de calles más allá, solapándose con esta propuesta, comenzaba la exposición de la obra de uno de los mejores poetas de la generación del 50, Gil de Biedma, al menos uno de los más modernos, explícitos y transgresores. Allí, mientras Eleuterio finalizaba su exposición en el CAMV, en el espacio de la cafetería de la Casa de Cultura comenzaban a sonar unos versos que servían para que se redescubrieran los versos del autor o para que se descubrieran: algo que ocurrió más de lo que cabía esperar, para sorpresa y satisfacción.

Pero que nos hace pensar en el funcionamiento de nuestro sistema educativo, que podemos suponer más antiguo y anquilosado después de este evento. Porque si es motivo de agradecimiento, a Mateo en este caso, la difusión de la presente obra, máxime dada la acogida y el interés que despertaron sus versos, del mismo modo podríamos pensar acerca del material que hacemos muchas veces tragar en nuestros centros educativos, sin el menor interés por parte de quienes lo programan, lo imparten, ni de quienes lo reciben.

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