Crónicas de la pandemia IV
Es urgente implementar un plan de ayuda a la hostelería. Prorrogar los ERTE de los trabajadores y dar ayudas directas a los empresarios
Otros países en los que sus políticos están más pendientes de gobernar con responsabilidad y energía que de contar a diario la gente que les va a votar en las próximas elecciones han contenido mucho mejor que nosotros al virus y están, por lo tanto, mucho más cerca de la normalidad. Pero nosotros tenemos ese alegre espíritu suicida y brabucón que hace que nos lo juguemos todo por echar unas risas. Spain is diferent.
Cada vez que oigo hablar de relajar las medidas antiCovid, cojo mi calendario, calculo el tiempo que tardará en subir de nuevo la incidencia y, a partir de ahí, empiezo a tachar los días que estaremos de nuevo aplicando medidas estrictas. Ese tiempo lo doy por no vivido y lo sumo al año de servicio militar y a los meses que hemos desperdiciado tratando de convivir con una pandemia que no tiene precisamente un carácter muy sociable ni acostumbra a hacer prisioneros. El día que reciba la carta con mi fecha de caducidad pediré la indemnización correspondiente.
Ahora hablemos de un juez. Hay un juez que vive en Vascongadas. Vascongadas no está muy habitada. El carácter carpetovetónico y petulante de la minoría allí encastillada propició un largo y doloroso enfrentamiento que, como todos los conflictos en los que la fuerza impera sobre la razón, sólo sirvió para causar dolor y propició que la otra parte de la sociedad, la mayoritaria, acabase por irse a vivir allí mismo, pero a Euskadi.
Esas dos “regiones del alma” que son Vascongadas y Euskadi, conviven ahora de manera pacífica en el reino de España; comparten territorio, poder legislativo, ejecutivo y judicial. Unos llevan muy mal lo de no conseguir casi nunca representación política suficiente como para ser decisivos a la hora de repartir el dinero de los presupuestos (al fin y al cabo ese el intríngulis de la cuestión); los otros, con frecuencia, se sienten agraviados por decisiones de la judicatura que, a menudo, responden más a la época de la preponderancia vascongada.
Pero hete aquí que aparece ese juez del que usted me habla, que vive en Vascongadas y es juez y tertuliano (y vaya usted a saber que más cosas será con ese porte y esa verbosidad en torrentera) y obra el milagro de poner a todo el mundo de acuerdo. El letrado sentencia que, en tiempos de pandemia, con más 1.700 muertos por semana, como muestra de lo bien que nos ha ido en España cuando recuperamos ciertas normalidades, Vascongadas- Euskadi puede abrir sus bares… Y el jolgorio es unánime porque cuando se trata de mantener las costumbres sagradas del chiquito, el pintxo, la cañita y el calimocho, los vascuences y los euskaldunes se ponen de lo más ancestrales y aplauden al juez que se carga la normativa de su gobierno.
Esto ha coincidido con el pistoletazo de salida para que el resto de los representantes de las comunidades autónomas, con la encuesta en una mano y el crucifijo en la otra, hayan comenzado la carrera para salvar la semana santa. (Hay honrosas excepciones).
Pero volvamos al juez. Esperamos de un juez que conozca las leyes, que las aplique con imparcialidad y que las interprete con consciencia. No esperamos de un juez que nos sustituya un magnetotérmico, ni que nos alicate la cocina hasta el techo, ni que nos instale unas ventanas con ruptura térmica. No esperamos de un juez que conozca a Galdós, que recite a Machado, que toque la guitarra. Y menos todavía esperamos que un juez entienda ni miajita de virus y pandemias y se atreva a menospreciar en público a quienes se han pasado muchos años estudiando esa especialidad de la medicina como, a lo mejor, él ha tenido que hacer para ejercer su profesión.
Tampoco esperamos de un juez que haga según qué paralelismos entre un hipotético crecimiento de los casos de sífilis y la alta transmisibilidad del virus contra el que lucha el mundo, para venir a aseverar que las autoridades no podrían prohibir que la gente se relacionara e hiciera el amor para acabar con la enfermedad venérea, como tampoco se debe cerrar los bares ni implantar toques de queda para tratar de impedir que se propague la Covid 19, dado que según su “experta” opinión, eso no sirve para nada y nos hace volver a la Edad Media.
Los vascuences y los euskaldunes (tanto monta, etc.) y el resto de las personas humanas que pueblan las regiones y nacionalidades de la península Ibérica (incluida Portugal, en donde se entiende perfectamente el castellano), deberían tentarse la ropa antes de aplaudir con entusiasmo generalizado la decisión del juez “renacentista” que desprecia todo lo que desconoce y, de paso, desconsiderando la realidad circundante de dolor, le echa un pulso a su gobierno desde su toga y su birreta. Cualquier hombre o mujer debería dudar de la capacidad de juicio de quien asegura que un epidemiólogo es un médico con dos cursillos y pone en solfa medidas sanitarias que tienen una eficacia demostrada.
Hay tres mujeres en mi familia que trabajan en la sanidad pública. La más joven, hace unos días nos hacía el siguiente comentario por videoconferencia: “cuando todo esto acabe, nuestro trabajo va a parecernos una cosa fácil”. No os cansaré con la cantidad de tonterías que tienen que lidiar a diario por culpa de todas las teorías de la conspiración que circulan y de la falta de educación, de empatía y respeto de algunos que tanto aplaudieron en su momento. Ellas, cuando abren la boca, sí saben de lo que están hablando. Ese juez del que usted me habla, no. El juez de vascongadas habla desde la fe de todos los que encuentran soluciones simples a problemas complejos y desde una posición social que le permite acudir a una radio a difundir bulos y a mofarse de lo que desconoce, con orgullo y prepotencia.
Es urgente implementar un plan de ayuda a la hostelería. Habría que prorrogar los ERTE de los trabajadores mientras que la situación sanitaria desaconseje la vuelta a la actividad y dar ayudas directas a los empresarios para evitar el cierre de los negocios. En esa línea hay una propuesta firme de uno de los partidos del gobierno que contempla poner ocho mil millones de euros a disposición del sector. En este momento de lo que se trata es de salvar vidas y no jugarse a cara o cruz el futuro de uno de los sectores fundamentales de nuestra economía, que necesita un escenario de certidumbre que estará más cerca cuanto más radicales sean las medidas que pongamos AHORA para frenar al virus.
Entre tanto, la vida continúa y en Linares a un hombre le revientan la cara dos policías nacionales fuera de servicio mientras que los ricos del mundo se gastan millonadas de dinero (que para eso es suyo) enviando naves no tripuladas a Marte para estudiar si pueden levarse allí sus chaletitos y sus huertecitos ecológicos cuando todo esto se vaya al carajo. Que no sé yo cuánto van a durar allí ellos solos y aburridos sin fastidiar a nadie y lo que tardarán en empezar a joderse los unos a los otros. Supongo que ya lo tendrán previsto y en las bodegas de carga de sus naves meterán unas cuantas parejas de pobres en edad fértil.
Por: Felipe Navarro