Cuando Iron Maiden casi me hace del Atleti
Tarde de sábado, de esas que esperas durante toda la temporada. Como se suele decir, de esas de partido gordo. Salimos hacia el campo bajo un sol de justicia, con la banda sonora en la cabeza y, también, en el corazón.
Cuando el camino se pone duro, recuerdas partidos pasados. Cuando nos acercamos al campo empezamos a ver a gente de los nuestros, con los mismos colores, el negro en concreto, todo son risas e ilusión, hoy pinta a día grande, saludos de viejos amigos, de cerca y de lejos, amigos que han coreado juntos.
Se acerca la hora y entramos al Wanda, vuestro templo, y ahora también un poco nuestro, mayores y jóvenes, familias de tres generaciones con un solo sueño. Entonces embocas el pasillo y sales a la grada. En ese momento algo te cruje dentro, miras al césped, luego interminablemente hacia arriba, y sí, ¡hoy es un día grande!
Después del calentamiento de los meritorios sale nuestro equipo con su alineación de lujo, al mando el Cholo Dickinson, capaz de levantar al estadio solo con mover los brazos, y con dos seguros de vida como Nico Godín y Steve Gabi Harris defendiendo el escudo con pasión durante años.
Todo empieza, las emociones se desbordan y arranca el rito: 55.000 cantando como uno, fundidos en un abrazo, mucho más que música, algo espiritual, que va por dentro, y sí, joder. Esto es el metal, esto es Iron Maiden y esto es el Atleti, hasta el punto de que casi llego a responder vuestra pregunta. ¿Papá, por qué somos del Atleti? Pues por lo mismo que muchos podríamos preguntarnos por qué somos heavies.
Bienvenidos al que, desde el sábado, debería ser proclamado como el Día del Orgullo Heavy.