¡Cuerpo a tierra!
No se puede imaginar qué viejo me estoy sintiendo, señora. Acabo de caer en la cuenta de que llevo ya más de 8 años escribiendo artículos de opinión en la prensa local, y que ésta que ya se nos ha echado encima es la tercera campaña electoral que me voy a comer con patatas.
Iluso como era yo allá por abril de 2003, mi segunda columna, titulada El Monstruo Intermitente, venía a ser una amable crítica más bien un pellizquito de monja de todo lo que, por aquel entonces, significaba una campaña política, con los aspirantes besando a niños y abuelas en el mercado, con las paredes llenas de carteles y las farolas repletas de banderines, con las cuñas en las radios odio las sintonías del PP y el PSOE y los anuncios en prensa
una auténtica chiquillada en comparación con lo que nos toca sufrir hoy, cuando a los tradicionalmente insufribles candidatos políticos los están adelantando a toda velocidad, por derecha e izquierda, sus más acérrimos seguidores, que desde ahora y hasta mediados del próximo mes de junio van a estar desatados. ¡Cuerpo a tierra, que viene la campaña!
Que Internet ha servido para democratizar nuestra sociedad y poner al alcance de casi todo el mundo posibilidades de comunicación desconocidas hace apenas 8 años es una bendita realidad. Que la proliferación de conexiones a la red, y el aumento exponencial de la velocidad de éstas, han permitido la fácil creación de corrientes de opinión y auténticos grupos de presión capaces de influir en las decisiones de los gobernantes, es un hecho que debemos celebrar. Que la llamada web 2.0 y las redes sociales son unas herramientas magníficas para impulsar todo tipo de causas, con una capacidad de movilización sin parangón en nuestra historia, no se puede negar, y si no que se lo pregunten a los dictadores de Túnez o Egipto. Pero que detrás de todas estas ventajas existe una cara oculta, un lado sórdido hasta la náusea, tampoco se puede ignorar, así como que la red ha dado alas una serie de reprimidos que, amparados en el anonimato más cobarde, se dedican a insultar, difamar y amenazar. Y por desgracia, amigos, en Villena tenemos muchos de esos ejemplares.
Lo bueno del asunto es que este tsunami de despropósitos tiene fecha de caducidad, porque de reproducirse la historia, por aquello de ser cíclica, asistiremos durante el próximo mes y medio a una auténtica avalancha de despropósitos que alcanzarán su cenit la noche del 22 de mayo y tendrán su prolongación decreciente hasta el Pleno extraordinario de toma de posesión de la nueva Corporación, sea la que sea. Entonces, asumido ya el resultado electoral y evacuados los últimos insultos, la mayoría de ellos/as se irán por donde han venido y, renunciando a su identidad digital, volverán a ser padres, madres, dependientes, profesores, funcionarios, estudiantes, parados, ingenieros o cargos de confianza a sueldo del ayuntamiento.
Sí. Ya sé que muchos de ustedes estarán pensando que está en mi mano poner coto a estos desmanes. Basta con cerrar el sistema y que no se pueda opinar, habida cuenta de que pedir el DNI o confiar en las identidades proporcionadas por Facebook, requisitos exigidos ahora mismo en Epdv.es, parecen insuficientes. Pero qué quieren que les diga. Servidor piensa que la posibilidad de opinar libremente sobre cualquier acción o declaración de nuestros gobernantes es un derecho inalienable, y me niego a que, pagando justos por pecadores, ese derecho sea restringido en nuestro periódico, que mientras ustedes quieran, y a pesar de los deseos de algún indeseable, seguirá siendo el suyo.