Cuestión de método
Veinticuatro horas resultan tantas veces insuficientes para tantas cosas que queremos o tenemos que hacer…
Todo trabajo –tareas comprometidas, labores inexcusables, nuestro oficio…– puede atosigarnos.
El polifacético alicantino Rafael Altamira, aconsejándonos, pretende espantar el agobio: Todo es cuestión de método. Se reparte el tiempo: tantas horas para estudiar, tantas para escribir, tantas para el descanso. Se sigue fielmente el plan trazado, y el milagro está hecho.
La sencillez de lo sugerido por Altamira es aparente. Porque sí, distribuir con orden nuestro tiempo, organizarlo, resulta útil para aprovecharlo con rentabilidad, pero los días tienen veinticuatro horas y… ¡Veinticuatro horas resultan tantas veces insuficientes para tantas cosas que queremos o tenemos que hacer! Porque solemos programarnos con muchas pretensiones.
Recuerdo que en los tiempos de exámenes, cuando mi padre me veía agobiado, solía animarme diciendo que entre la noche y el día no hay pared. Hay quienes interpretan este refrán o lo que sea para hablar, trascendiendo, de la igualdad entre personas. Pero yo, atendiéndolo al pie de la letra estudiaba y estudiaba para descubrir, normalmente de madrugada y derrotado, la pared del sueño.