Cultura

Cultura colectiva

¿A quién no se le saltaron las lágrimas cuando vio soltar los mansos? Era una carrera perdida, pero tras la rotura de Sutil y la pifiada, una más, de Hamilton, todo pareció retomar el color. Revisión de las entradas a boxes, y sangre nueva en la España que ama a sus dioses. Cosa distinta fue leer el periódico el lunes. Las frías neuronas asturianas ya sabían, antes de romper la caja de marchas, que al cambio su posición no superaría la novena plaza. Me pregunto si él sería consciente de que la gran mayoría de su afición ya contaba con el tercer puesto. Tampoco sé si Alonso sabía que el país llegaba a su epopeya saciado con las victorias de Pedrosa y Nadal. Fuerte, por cierto lo de Nadal, seguro que tuvo que dar veinte o treinta vueltas a la pista con la copa en alto para cansarse lo suficiente para dormir esa noche.
Pero lo pasado, pasado, y ahora toca fútbol y Eurocopa –espero que el gremio de transportistas no aguante las negociaciones hasta cuartos de final–. En cualquier caso y con toda la razón del mundo, a la ciudadanía se le han puesto los nervios de punta (no con la selección que pese al 4-1 aún hay quien la califica de mindundi, sino con la huelga). No había más que ver las colas en las gasolineras y en los supermercados desde primera hora del lunes. Histeria colectiva le llaman. Y es que aunque aquel no saque el coche más que los sábados para ir al mercado, el lunes se plantó con medio depósito en la gasolinera. Este movimiento me ha hecho recordar el día en que mi prima Natalia, cuando no era ni la mitad de tía que es ahora, llegó a casa con los ojos enfebrecidos. Entonces fue por la Guerra del Golfo y al parecer fueron las monjas que no se habían explicado bien –aventuro que porque tampoco sabían con certeza lo que ocurría y porque las niñas eran muy pequeñas–.

El caso es que la niña llegó a casa asustada pidiendo a sus padres que fueran a comprar comida para poder aguantar una posible hambruna. No crean que las familias fueron más coherentes. Aquellos días también se asaltaron las tiendas de comestibles. Sea como sea, lo cierto es que yo tampoco sirvo de ejemplo, ya se ilumina la luz de reserva del coche y ahora comienzo a temer que no encontraré dónde repostar. Así funciona la histeria colectiva, de un modo u otro acaba afectándote. Por cierto, hablando de colectivos, acabo de leer que también Novelda ha retirado el título de Hijo Predilecto a Francisco Franco en un acuerdo unánime… ¿será Villena la última que aguante su homenaje al dictador…?

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