Cultura

Cultura hibernal

Pese a las constatables temperaturas invernales que venimos sufriendo, sea porque es lo que toca, sea además por la ayuda de las Olas de Frío provenientes de lo alto del globo, en Villena venimos disfrutando en las últimas semanas de unas actividades culturales dignas de situarnos en lo más alto del panorama, llevándonos a ser la envidia de la provincia.
Desde el concierto ofrecido por la Dixie Project un sábado a medio día durante la festividad de la Asociación de San Antón, hasta los pases de Ahora de Maite Sánchez en la parte alta de la Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura bajo el ala del Taller-Escuela de artes escénicas La Creativa. Todo esto sin olvidar las presentaciones pictóricas de Paco Hernández en Quitapesares o de los Antonios Azorín y Herrero en el Culto.

Ya el fin de semana pasado continuamos con la presentación en el Cabaret-té del segundo número de la revista cultural Oveja Negra del que ustedes, queridas personas, deben tomar nota para apropiarse sin excusas de uno de sus volúmenes donde encontrarán de mano del colectivo Factoría de Ideas, en colaboración con nuestro Espacio Joven, un mar de colaboraciones literarias, científicas, críticas y artísticas de mano de esas jóvenes plumas que son el mañana, qué digo el mañana, el dentro de unas horas de nuestra ciudad (en breve no obstante nos detendremos en dicho trabajo). También durante el fin de semana tuve la ocasión de acercarme a ver el trabajo que Los Juglares del Lute están preparando para las próximas y cercanas Jornadas dedicadas al Príncipe Don Juan Manuel, un evento en su totalidad que sin duda merecerá nuestra participación.

Pero el remate fue la obra Lluvia constante, con versión y dirección de David Serrano, en nuestro Teatro Chapí, donde pudimos disfrutar con las soberbias interpretaciones de Sergio Peris-Mencheta y un inconmensurable Roberto Álamo (imbatible desde su magistral interpretación en Urtain). Una pieza ubicada en un espacio conceptual, cuya neutralidad se situaba en una conciencia fría y oscura, capaz mediante la iluminación de evocar los distintos recuerdos, discursos, de unos personajes que luchan contra su memoria y sus miedos, sus frustraciones y demonios. La pieza parece salida de un thriller cinematográfico adaptado al teatro, lo que la deja en principio a merced de los cascos de los caballos, recuperable únicamente por el despliegue de energía escénica de los protagonistas, quienes con toda la carne en el asador consiguen levantarla. Un atrevimiento que no está al alcance de cualquiera y que solo apoyado por el aparataje escénico y la ruptura de la acción, haciendo partícipe directamente al público de la sala, consigue transmitir el nudo de sentimientos en que se debaten los personajes. Una gran producción, importada directamente desde Broadway, que viene acaparando éxitos y aspira a aguantar en cartel alguna temporada más.

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