Opinión

De buenos y malos (Artículo de opinión)

Vaya por delante que me la trae al pairo el número de gente presente en la manifestación nacional celebrada en Madrid contra los recortes del Gobierno el pasado 15 de septiembre. Es otro el motivo sobre el que quiero comentar relativo a este evento.
A las alturas en las que nos encontramos después de cuatro años de crisis, creo que es hora de definir una línea muy clara. Ésta debe limitar dónde se sitúa la gente buena y la mala. Yo, como asistente a la manifestación referida, me ubico en el grupo de la gente buena. ¡Faltaría más! Mi esposa Dioni, mis amigos Quico, Maribel y Paco también están en mi grupo. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque ellos, junto con las demás personas que madrugaron y se echaron cientos de kilómetros a sus espaldas en autobuses, decidieron acudir a Madrid para expresar dos cosas:

- Su enérgico enfado contra unas medidas gubernamentales que merman su poder adquisitivo y, además, su cabreo porque hay gente que se libra de contribuir.
- Están convencidos de que cualquier sociedad humana debe tener como primer punto de atención el acceso de todos sus miembros a un mínimo de subsistencia; esto es, acceso a la alimentación, vivienda y a la vestimenta. Todo el mundo que participó en la manifestación estaba convencido de que esta supervivencia básica se consigue con la solidaridad y el apoyo de unos con los otros, no mirando al semejante como un competidor, como el enemigo al que hay que hundir.

Éste es el grupo de los buenos. ¿Quiénes forman parte del otro nefando bloque? Evidentemente, todos aquéllos que no siguen estos principios; me refiero, a nuestros gobernantes –nacionales, autonómicos o locales– que duermen a pierna suelta a pesar de saber que hay gente que pasa necesidad básica; no me olvido de los deportistas de élite que contribuyen bien poco a la Hacienda española –casos, entre otros, del motociclista Jorge Lorenzo que paga impuestos en Andorra, el piloto Fernando Alonso o el golfista Sergio García, que lo hacen en Suiza– lo que nos obliga a los demás –por insolidarios– a abonar su responsabilidad española; incluyo en esta lista de gente mala a aquellas personas que ganan cientos de miles de euros al año y que guardan sus impuestos en montajes financieros como las SICAV o los indecentes paraísos fiscales. También integro a quienes, por ignorancia supina o, sencillamente, por tener algo más importante que hacer, muestran la más absoluta indiferencia y no se mueven ante la realidad sin darse cuenta de que ésta acaba por engullirlos.

Nosotros somos los buenos, los que conseguiremos el Cielo; el resto, serán condenados al Infierno, aunque muchos de éstos crean en Dios y vayan a oír misa. Por supuesto que mi amigo Ricardo Celiberti, cristiano de pro, también irá al Cielo.

P.D. Termino recogiendo el escrito de una de las pancartas que leí en Madrid: “Rajoy vete a la mierda”.

Fernando Ríos Soler

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