De huevos y meniscos
En estos días he oído reiteradamente la noticia de la intervención quirúrgica hecha a un futbolista en un testículo. En primer lugar, e independientemente de la profesión del interesado, quiero dejar claro mi deseo de su pronta recuperación y vuelta al trabajo, pues a quien, como el que suscribe (aunque por otras dolencias), ha pasado más de una vez por el quirófano, no se le ocurre ni de lejos, pese al título que esto encabeza, tomar a broma ninguna operación quirúrgica.
Pero sin menoscabo de su importancia sigue siendo chocante que algo tan ordinario y corriente como un acto quirúrgico individual ocupe tanto espacio en los medios de comunicación, aunque se trate de un as del balompié, si bien el asunto no es nuevo. Me trae a la memoria lo sucedido hace años con una cuestión similar, un menisco de mayor repercusión mediática en su momento, y que viene al caso como anillo al dedo.
Este menisco, para mala suerte de su propietario, un futbolista famoso de la época, se estropeó, acarreando de paso graves consecuencias para la marcha de su equipo en plena disputa liguera. Pero también quiso la mala suerte que esto ocurriera coincidiendo con la vuelta a España de un ilustre sajeño, Alberto Sols, una figura de prestigio internacional en biología molecular, premio Príncipe de Asturias entre otros galardones, teniendo en su haber el descubrimiento de varias enzimas cuyo conocimiento supuso un peldaño más en el progreso de la medicina. Gran amigo del Nobel Severo Ochoa, quien acudió a su Sax natal a visitarle, Alberto Sols nos regaló el entendimiento con una conferencia sobre su especialidad en el Instituto de Enseñanza Media de Villena, a la que asistí.
Entre alumnos de bachillerato y COU había casi doscientos, pero durante la hora larga que duró la conferencia fue tal el silencio en la sala que se hubiera oído rebotar un alfiler caído al suelo. Recuerdo que una de las diapositivas proyectadas mostraba el dibujo de una pila de 46 voluminosos libros de forma cúbica con una medida de 50 centímetros de arista, impresos con letra pequeña sobre finísimo papel biblia. Cada uno de ellos representaba un cromosoma humano, pero la inmensa cantidad de información de cada cromosoma precisaba de uno de estos monumentales volúmenes para contenerla. El genoma humano ya se estaba investigando, pero para completar su estudio con los medios de la época según el conferenciante se tardarían no menos de veinte años en terminarlo, pero considerando los avances que se estaban produciendo en el campo informático seguramente el tiempo se reduciría a menos de la mitad; no se equivocó el científico, aunque murió antes de verlo acabado. También nos enteramos los asistentes al acto al menos, yo de que en la composición celular intervienen más de cinco mil compuestos químicos distintos, lo cual me complica bastante creer que el origen de la vida sea solo producto de la casualidad y de las irracionales fuerzas de la Naturaleza.
Pero volvamos sobre el menisco: Se rompió, como se dijo arriba, coincidiendo con la fecha del regreso de Estados Unidos del científico. La noticia de su vuelta fue relegada a un pequeño recuadro en páginas interiores de la prensa de la época, y no recuerdo que se diera en la televisión estatal de entonces, pero a cambio tuvimos menisco durante días para desayuno, comida y cena. Algunos podrán (podremos) seguramente recordar las hazañas goleadoras del dueño de este menisco y de otros ídolos del balompié forrados de millones por su arte en patear balones y embestirlos de cabeza, pero si algunos lo podemos celebrar vivos y coleando es gracias a gente que como Alberto Sols, Severo Ochoa y tantos otros hicieron progresar la medicina a cambio de penurias para investigar o emigrar a tierras más propicias donde desarrollar su talento.
Mientras esto escribo me entero de que a otro astro del balompié le ofrecieron hace poco 100 millones de euros, más 300 millones para club donde el que trabaja, a cambio de ir a practicar su arte a China. Pues, eso: enhorabuena.