Sociedad

De Santiago a Dakar… Los moteros del Club de Vehículos Antiguos se plantean nuevos retos

Los 8 socios del Club Museo de Vehículos Antiguos “Alto Vinalopó” que hicieron el Camino de Santiago a lomos de sus motos Guzzi 65 ya han regresado a sus lugares de origen: Castalla, Biar, Sax, Elda, Petrer y Villena, donde hemos tenido la oportunidad de charlar con Justo Tornero, que a sus 73 años es el expedicionario más veterano del grupo, además del impulsor de esta aventura.
Tal y como han relatado los medios del norte de España –navarros, vascos y en especial los gallegos–, porque esta peculiar expedición se ha convertido en la auténtica sensación del Camino, despertando la curiosidad, el interés y la admiración de todos los pueblos y ciudades que han atravesado, el viaje ha discurrido considerablemente bien, a pesar de las dos bajas sufridas: una lipotimia y la rotura de una pierna tras una caída. El accidentado, de Castalla, fue trasladado al hospital de Pamplona, donde tras ser atendido y ya sin riesgo alguno, fue enviado de vuelta hacia su hogar.

Por lo demás, el viaje ha transcurrido según lo previsto, cumpliéndose en mayor o menor medida las etapas programadas y avanzando a una velocidad media de 30 kilómetros por hora, para completar el viaje, de 1.600 kilómetros, en 8 días. A pesar de la antigüedad de las motocicletas, de unos 50 años, las máquinas se han comportado a la perfección, con lógicas averías menores como pinchazos, subsanados de manera inmediata ya que los expedicionarios iban provistos de todo tipo de repuestos y herramientas, y eludiendo las grandes averías. De hecho, en uno de los tramos más duros –el desierto de Los Monegros, en Aragón, donde hacía un calor de justicia–, los moteros apostaron en broma “a ver qué motor explotaba antes”, pero las Guzzis aguantaron el ritmo y no hubo que lamentar averías de importancia. Hasta tal punto ha llegado la satisfacción que, no sabemos si en serio o en broma, los aventureros ya hablan de tomar parte en la próxima edición del Rally Paris-Dakar.

Una aventura irrepetible
Al margen de los aspectos “técnicos”, lo que realmente quedará de este viaje es la sensación de haber vivido una aventura inolvidable en la que no han faltado “la cerveza y el vino para repostar, la buena atención que hemos recibido en todos los hoteles y albergues visitados, la cantidad de gente que hemos conocido y se ha interesado por nosotros y la sensación de compartir el Camino junto a ciclistas y caminantes llegados de todo el mundo…” nos relata Justo Tornero, quien sin restar valor a la gesta realizada –“¿1.600 kilómetros en una moto antigua? ¡Claro que es duro!”, subraya– ha destacado que “quizá no haya sido tan cansado como esperábamos” y, sobre todo, que esta aventura “ha merecido la pena, sobre todo por la gran emoción que experimentamos al llegar a la Plaza del Obradoiro, donde nos abrazamos y lloramos de emoción al comprobar que habíamos podido llegar”, y todo ello rodeados por cientos de turistas y curiosos que no dejaban de fotografiarles a ellos y a sus monturas, ya que nunca hasta ahora había hecho su entrada en dicha plaza un grupo de peregrinos tan peculiar.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba