Opinión

De vela

Es increíble ver cómo los objetos más simples son los más maravillosos. Éste es el caso de la vela o cirio, nada más hay que ver la sencillez de su mecanismo y no por eso su utilidad es reducida, sino todo lo contrario, además se ha ido amoldando a los cambios sociales, culturales y espirituales. Tras pasar varias crisis, como la invención de la luz eléctrica –entonces nadie daba un doblón de oro por el futuro del negocio– y gracias a una acción de marketing, cuando aun ni tan siquiera existía, se consiguió buscar otras opciones de mercado consiguiendo dar infinidad de utilidades a este utensilio universal.
Velas para soplar, para alumbrar, para los muertos, para los vivos, para el carné de conducir, para cualquier otro examen, para dar suerte, mala suerte –famosas velas negras–, perfumadas, anti-humo, de colores, con formas, números, grandes, pequeñas, finas, gruesas, redondas, cuadradas, de broma, que por mucho que soples no se apagan nunca, acaso no parece esto una campaña de marketing. Las hay autenticas y de imitación, hay tipos de luz artificial que intentan imitar la luz de las velas, será por su encanto, será cuestión de gustos.

Su fabricación es tan sencilla como su mecanismo, basta con la masa, sea cera, grasa o parafina, un molde y una mecha o vela, que es el hilo del que viene el nombre que actualmente más usamos. También es de resaltar la utilización de este homónimo para numerosos significados distintos. Hay unas con una evidente similitud de forma, como la vela de espetec, que, como la mayoría de las de cera, es alargada, lleva un hilo en un extremo y se consume poco a poco con el paso del tiempo. También es comparable al moco de un niño que cuelga hasta hacerse redonda y larga. Luego están las expresiones derivadas de la vela, como velar, bien por estar atento y cuidar con esmero, bien por no dormir; también en un velatorio, que no es lo mismo que estar de vela, o aguantando la vela entre dos personas enamoradas. Veladura ya viene de velo, pero velada, puede ser una cena romántica a la luz de las velas o cualquier otra cosa pero de noche, como los velatorios que también se hacen de noche pero vigilando –no sé para qué– a un difunto, aunque también puede ser cuando la velada es tan aburrida que sólo falta un muerto. Curiosa es también la expresión “a dos velas”, supongo que porque con lo que duran dos velas no se tiene ni para una noche. Y lo de “no me han dado vela en este entierro”, será porque el que porta una vela en un velatorio es más allegado al difunto y por lo tanto tiene más derecho a llevarlas o tal vez sea porque va a quedarse hasta que acabe, no me las iban a dar a mí que me voy a ir en cuanto pueda.

Otra de sus múltiples utilidades es de reloj. Es simplemente un cirio con una escala que indica el paso del tiempo a la vez que se consume la vela. No tiene tanto que envidiar a un reloj moderno: se puede parar como un cronometro y volver a poner en marcha de nuevo, se puede incluir una alarma con atar un hilo a una campana y a la vela en la hora que queramos que suene, la vela quemará el hilo y hará sonar la campana, también se puede sustituir la campana por otros sistemas más eficientes; si lo que queremos es utilizarlos para despertarnos bien podríamos poner un cubo de agua en el otro extremo. Por supuesto este reloj vienen con luz incorporada de serie. En la antigüedad eran muy empleadas en los conventos y monasterios para poder contar el tiempo en sus oraciones, además de servir como iluminación.

A la luz de las velas se ven las cosas de otra manera, y si al igual que tengo el ordenador averiado no tuviera luz eléctrica, tendría que escribir delante de una vela al igual que cuando no tengo máquina escribo a mano, de todas formas siempre acabo pasando la noche en vela para terminar de escribir estas líneas, es lo que hay, que cada palo aguante su vela.

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