Cultura

De vuelta a los parques (antes del Estreno) y 2

De vuelta a los parques (antes del inminente re-estreno del Paseo Chapí) resulta que me he visto en el Parque Público El Palmeral de Alicante al que se accede por la Avenida de Elx, antigua carretera de Santa Pola y acceso a las conocidas playas de Urbanoba, Altet y Arenales. Ni que decir tiene que no existe comparación alguna con los parques de nuestra localidad (ni que tampoco hace falta irse tan lejos para disfrutar de un parque en condiciones: es decir condiciones aptas para pasear, relajarse, olvidar que vivimos en un mar de asfalto, ladrillo y hormigón).
No será como el citado Palmeral nuestro nuevo Paseo, sino que se acercará más a los poco celebrados Paseo Marítimo (que corre paralelo a la Calle Pardo Bazán y acoge cada jueves los puestos del mercado) y Bulevard Maestro Carrascosa. Paseos más que parques, y plazas más que paseos, que recuperan el espíritu de la plaza fría tan dada en el Noreste europeo. En ciudades rodeadas de bosques donde el espacio abierto resultaba una bendición y una batalla ganada a la naturaleza, o en espacios rodeados de enormes y hermosos edificios que requieren una toma de distancia para su contemplación, o ciudades como Moscú que con tal diseño de plazas acercan la estepa, esa planicie inmensa y limpia como un océano, a una población ya excesivamente urbanita que vive encajonada en callejuelas donde no entra el sol. Existen cientos de razones cargadas de argumentos sociológicos, antropológicos, o simplemente lógicos que conducen a la elección de un determinado diseño para una cosa que está en un lugar y un tiempo. Esas plazas y esos parques se vinculan a su entorno y a la historia de la tierra que cubren.

No es de extrañar entonces que las revoluciones que han tenido éxito hayan dejado su huella allí donde han tenido lugar. Es inteligente pensar que aquello que nos rodea influye de alguna manera en nuestro ser (véase el bombardeo de la Iglesia tanto en la espectacularidad de sus edificios como en su presencia en todos los rincones de las ciudades españolas mediante ermitas, cruces o mártires dando nombre a nuestras calles). El caso contrario, lo poco inteligente, sería el hacer por hacer, el hacer sin sentido, el hacer sin pasado, sin presente y sin futuro. La decoración frívola, el encargo de un diseño sin exigencias supraterrenas, sin exigencias filosóficas, estéticas o tan siquiera prácticas. Y así resulta esa primera impresión del todavía no estrenado Paseo Chapí, antes Paseo por excelencia. Incluso si de pragmatismo hablamos, incluso del económico si me apuran, les diré queridas personas que jamás entenderé que bajo el postizo pendiente de entrega no cuente nuestra ciudad con un aparcamiento que dé cobertura a la estación de tren, al Teatro Chapí, al corazón de nuestra ciudad y a todo ese Centro Comercial Abierto que lucha por constituirse.

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