Cultura

De vuelta a los parques (Después del Estreno) y 3

Tal vez la lectura de la Carta Abierta del señor Tarsicio Hernández a la señora Adela Serra nos pueda distraer durante unos minutos de este ambiente de apática mansedumbre que los medios de comunicación tiñen con pinceladas casi apocalípticas, casi xenófobas, casi derrotistas, o lo que es peor: casi inmovilistas, o peor: casi belicistas, arribistas, condenatorias, sedientas de humillación, escarnio y sangre. Pero son sólo unos minutos los que nos entretiene aquella carta abierta, tan pocos que al final no nos hubiera importado que estuviera cerrada.
Así que nos queda pasear, que es gratis. O no. Según del modo en que valoremos nuestra aportación a los más de ciento sesenta millones de pesetas (más de un kilo de euros) que ha supuesto la remodelación del Nuevo Paseo Chapí. Pero antes de centrarnos en el Aeropuerto (que complementa el Paseo Marítimo del Recinto Ferial) vamos a detenernos, queridas personas, en uno de sus “hermanos pequeños”: el parquecito de la Plaza Antonio Machado. Al respecto ya se adelantó el pequeño pero gran Pepe Valdés la pasada semana con una noticia que se refería al parque como un “Homenaje al Cemento”. Aún así queda decir que era muy difícil realizar un diseño peor que el anteriormente existente, por lo que todo han sido mejoras. Y si el anterior parque era una especie de salpicadura vegetal en el ensanche de una calle, el actual parque es una especie de nadie sabe qué narices de murete coronado con una valla de forja que luciría en cualquier lugar menos en ese que rodea unos árboles que siendo muy decorativos en cualquier otro sitio, allí sólo sirven para llenar el suelo con cientos de semillas del tamaño de una canica.

En cuanto al Aeropuerto del Alto Vinalopó o Paseo Chapí tengo que decir que comparto la prudencia que mostró el Editorial del Epdv de la semana pasada (antes de leerla e incluso después de haberla leído). Pero si hay que mojarse (y si no, no escribas) escribiré que mi primera impresión al entrar en el aeropuerto fue desoladora. Fue el sábado a media mañana, con un cielo gris que afeaba todavía más las fachadas de los edificios colindantes, ahora todavía más visibles. La impresión fue la de entrar en un espacio de paso, de paso hacia ningún sitio. Nada de lo que allí encontré invitaba a quedarse, nada era acogedor, como si entrara a un piso piloto, a un lugar sin vida, recorrí con Don S. los laberintos que todavía forman los maceteros buscando un rincón donde detenernos. Un lugar que no encontramos.

Todavía es pronto para plasmar una idea sobre la construcción. Pero si la primera impresión es la que cuenta me temo que las conclusiones sobre el aeropuerto serán poco halagüeñas. O será que todavía no lo he visto de noche.

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