¿Democracia o mordaza?
Cuando hace unos años leí La opinión amordazada de Abrasha Rotenberg sentí un escalofrío al pensar en todos esos ciudadanos argentinos que no habían podido expresar libremente sus pareceres durante los muchos años de dictadura sufrida. Y pensé en lo afortunados que éramos allende los mares. Ayer, sin embargo, abrí el periódico y cambió mi percepción de los hechos.
La democracia fundamenta sus pilares en el poder del pueblo. Supuestamente, claro. Sucederá en algunos países. Últimamente tengo la impresión de que en el mío eso no pasa. Me he levantado con el pálpito de haber tenido alguna que otra pesadilla, pero enseguida he deducido que la realidad a veces es del color de los sueños rancios. Y en este caso por mi mente se encontraban deambulando leyes de un ministro de apellido anglosajón respaldado por la mayoría de su partido, ¿democracia? Política y cuantitativa quizá, de discurso vacuo delante de un atril de máscaras, seguro, pero real, de sentimiento ciudadano, no, de esa adolece esta España que encalló hace tiempo en la dialéctica de oídos encharcados. ¿Totalicracia? Empieza a oler a mate podrido.
También recuerdo haber luchado lanza en ristre contra un caballero que alanceaba una nueva bandera de Seguridad ciudadana. Y caí de bruces. Otro guiño a lo pretérito, a humo de incienso y mordazas callejeras. Parece que ahora hablar desde la otra orilla de lo impuesto va a costar caro. Además de cubrirse la cara para no recibir palos habrá que taparse el bolsillo con la otra mano para que no nos limpien del todo el monedero. A callar y a acatar las órdenes, oigo con susurro amenazante. Y otro ministro, este con apellidos más patrios, despliega su aliento burlón por entre mis narices. Ese sí es un tono adecuado, vaya. La totaligarquía se apodera de mi duermevela. Hasta creo añorar al Fraga en bañador de Palomares. Kafkiano. Y cuando logro tranquilizarme de estas visiones agoreras se presenta ante mí el símbolo de Canal 9. Vamos, hasta su muerte, un dechado de transparencia. Tanta tuvo en vida que no me viene ahora ningún ejemplo de la misma. Los medios de comunicación deben servir como vía por la cual se transmita la información a los ciudadanos. Pero cuando ésta es sesgada y oportunista estamos ante un juego que nada tiene que ver con lo que el pueblo se merece. ¿Censura? No, ¿verdad? El pueblo es sabio, nadie lo duda, pero en el momento que se cambian las reglas, cuando desde la poltrona se manejan los hilos sin escrúpulos, pasa a ser un mero objeto manipulado. Y eso es lo que se ha venido y se sigue haciendo en los últimos años. ¿Dónde queda el objeto de su existencia? Adiós a la lengua vehicular. Menos mal que nos mantendrán los hospitales y los colegios. Muchas gracias. Siempre a sus pies.
Se nos está tapando la boca sin que nos demos cuenta de ello. Con peroratas de orador y proyectos de ley que aprobará la mayoría la del mismo partido, por supuesto nos están apagando la voz. La libertad es el mayor de los valores del ser humano y el poder ejecutarla y expresarla no tiene precio. Ninguna ley, por defendida que sea, podrá arrebatarnos la palabra. Ninguna.