Estación de Cercanías

Desorden en los factores

Dice la propiedad de la suma que el orden de sus factores no altera el producto, o lo que es lo mismo, pongas en el lugar que pongas los sumandos la cantidad de la operación se mantendrá inalterable. En estos últimos días este principio me ha asaltado en más de una ocasión, y no por intentar cuadrar alguna que otra cuenta de esas que lo necesitan, no; me ha venido a la cabeza en todos y cada uno de los espacios informativos –con independencia de su hora de emisión– en que desde el pasado miércoles hemos visto el suicidio de una joven de 31 años, emparentada políticamente con la Realeza de España, que se ha convertido en noticia de portada, apertura y cierre de todos y cada uno de ellos. Todo se paró el día 6 de febrero, ningún otro hecho acaecido antes o después de conocer la triste decisión de una anónima ciudadana fue capaz en su día de eclipsar esta noticia.
El mismo día fue asesinada en El Campello una mujer de edad similar, que igualmente deja una pequeña niña que se criará sin madre, que pasa a ser la victima número 7 –hasta esa fecha– de la lacra intolerable que supone violencia de género. Pero no era cuñada del príncipe…su desgracia y la nuestra se daba a conocer detrás de algunos cortes publicitarios.

Ese mismo día 387 personas permanecían en alta mar, sin rumbo ni tierra que pisar, como basura que nadie quiere o epidemia que crea pavor. Otro episodio más en honor a la vergüenza de los gobiernos que han sido incapaces de aplicar sobre ellos las mínimas medidas de higiene y supervivencia a las que cualquier ser humano tiene derecho, pero claro, eso estaba muy lejos de Madrid, esas desgracias no venden, su puesto fue de los últimos.

De Juana seguía su pulso de muerte con el gobierno. De nuevo la abominación de la pederastia mostró su cara más cruel. Pero lo más importante, lo merecedor de acumular minutos y minutos de televisión fue lo arriba citado. Sinceramente no sé dónde vamos a llegar. Y lo digo apelando a mi convencimiento de que somos lo que pensamos, y nuestro pensamiento está sometido a la información recibida desde cualquiera de los cauces que nos llegue. Como bien decía Francisco Tomás la pasada semana: con todo acopio de información forjamos nuestras opiniones.

Opiniones que nos llevan a actuar de un modo u otro en determinadas circunstancias y por consiguiente pueden hacer variar sustancialmente nuestra escala de valores, y con ello nuestro comportamiento para con los nuestros y los ajenos. Ideas que en un momento dado nos hacer tomar rumbos más o menos acertados, pero que cuando son direcciones con una amplia mayoría de caminantes pueden constituir decisivas consecuencias de futuro. Creencias que trasmitimos a los que nos preceden y ellos a los siguientes generando movimientos que a la larga afectan a todos.

Y es en esta coyuntura en la que creo que nos encontramos actualmente, porque si desde los medios se ha cambiado radicalmente el orden de afectación social a la hora de trasmitir información, primando lo que vende en detrimento de lo que importa, eso es lo que recibimos. Realidades adulteradas por una estructura que a fuerza de ser machacada repetidamente termina por ser aceptada y por implantar la doctrina del morbo, la carroña y el dolor ajeno como bastión de lo realmente importante.

Mucho he pensado sobre el motivo que llevó a ciertas personas a entonar cantos y frases de muerte en una manifestación que contra muertes se convocó. Y sólo llego a una conclusión: este alterado orden de valores sí altera el producto. Diría más, lo pudre.

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