Cultura

Despidiendo al Aupa

Y llegó el momento de despedir al Aupa Lumbreiras, el Festival de Música de la Resistencia. Han sido dos días casi continuados de rock latiendo a pocos kilómetros de Villena. Más de quince mil personas bailando, cantando, encontrándose, compartiendo, viviendo y sintiendo. Terminó. La vida es así y por eso hay que disfrutar de los momentos mientras duran. Porque todo se acaba, menos la corrupción (o las malas artes para tejer redes que procuran privilegios propios sin importar las cabezas que se pisen por el camino). Disfrutamos el Festival, la vida, aunque la gran mayoría de artistas insistieran para que nos mantuviéramos alerta. Porque siempre hay alguien que no duerme. Mientras tú bailas, alguien planea cómo ganar más dinero a tu costa, a costa de tu hambre, de tus derechos…
Llegamos al paraje de Bulilla el viernes a las seis de la tarde. Acusamos la falta de señalización, aunque obviamente no éramos nosotros quienes la necesitábamos. Pasamos el control de seguridad sin problemas. Decenas o cientos de personas tumbadas a la sombra que procuran las naves del polígono, sombras firmes y frescas. Aparecen los escenarios, y pronto las duchas y el enorme campamento asomando sobre una nube de polvo semejante a la neblina baja. Aparcamos y cruzamos la zona de acampada. Se respira –si olvidamos el polvo– alegría, cansancio que se va venciendo y buen rollo. Llegamos a las taquillas y pasamos adentro. La música truena en los escenarios, enfrente un mercadillo, a un lado los puestos de comida, al otro una enorme carpa acoge la barra interminable donde el agua pulverizada alivia los calores de la media tarde veraniega. También la cerveza. Gente por todas partes. Jóvenes en su mayoría pero de todas las edades, géneros, estilos, estamos aquí para pasarlo bien, para escuchar, bailar, conocernos. Crestas de todos los colores, camisetas con el nombre de los grupos que participan en el festival, mallas, cadenas, remaches puntiagudos, muñequeras, y perdón, por favor y gracias. Las líneas de los aseos públicos en el centro fondo de la zona de “baile”, también flanqueando el recinto, y urinarios para quienes cómodamente evacuamos de pie.

Parece todo bien diseñado para el fin que propone. Lo vemos tan normal para un festival que cuenta ya con quince ediciones, como aventurados nos parecieron los argumentos simplones y malintencionados de quienes desde la poltrona (posiblemente) se autosatisfacen despotricando contra casi todo lo que desconocen y pagando lo que el gobierno de turno exija pagar. Lo que no quita que haya cosas que mejorar relacionadas con el planteamiento del Aupa en Villena tanto por parte de nuestro ayuntamiento como de la empresa organizadora. Mejoras que deberemos reivindicar si no las encontráramos en las pertinentes evaluaciones que ambas entidades realizarán y presentarán a nuestra ciudad (y a quienes han participado en el evento).

Así que fuimos al Aupa Lumbreiras. Pese a las advertencias sobre la temperatura del secarral donde estaba ubicado. No nos íbamos a acalorar. No más. Bastante acalorados estábamos con la subida del IVA y el resto de vergonzosas medidas aprobadas en el Congreso. Bastante calor hemos ido acumulando como para ya no aguantar tonterías. Como la de la señora Fabra aportando una muestra más a favor de las teorías sobre la genética. Quemados. Quemadas. Decepción. Fraude. Frustración. Vulnerabilidad. Bastante calor teníamos dentro como para preocuparnos de ese sol de julio golpeando a las cinco de la tarde sobre el secarral. Aún así, las temperaturas máximas que narra el personal del tiempo, de la meteorología, no se acercan ni de lejos a la temperatura que aquí, en España, llevamos dentro la ciudadanía.

Disfrutamos de buenos conciertos toda la tarde, hasta que cayó la noche y hasta que casi llegó el día. Pasamos de escenario a escenario, con grupos conocidos o recién descubiertos, con música que nos gustó más bien poco y con otras músicas que nos arrastraron. Hablamos, bebimos, comimos, fumamos, hablamos, saltamos, bailamos…, el ambiente era perfecto, y había espacios para cualquier cosa. Lástima las papeleras, eso sí, que se hicieron difíciles de encontrar, y algunas cositas más que seguro ya se han detectado y se corregirán si hubiera una próxima ocasión (ojalá que sí). Porque quizás es inevitable el sol de julio y que nuestros vehículos y nuestros zapatos acabarán con más mierda que la cúpula de la Plaza de Toros, pero es más sencillo que en otra ocasión se ilumine algo más la zona de acampada. También con el sonido podrían hacerse algunas mejoras, para que tuviera mejor calidad y mayor potencia. Que no hubiera tanta diferencia en la presión y en las frecuencias que se escuchaban cincuenta metros adelante o atrás. Pequeñas cosas que no se pueden achacar a una primera toma de contacto, a una primera vez aunque sí a esa deseable segunda vez.

Para mí el Aupa Lumbreiras ha sido una gran experiencia, un gran descubrimiento del que creo nos debemos felicitar todos y todas, incluidas las urracas agoreras que escupen sobre todo lo que no sea Fiestas, Fiestas, Fiestas, Nazarenos, Moros y Cristianos, procesiones, el Rocío, Fiestas de Moros y Cristianos y mítines con gaviotas. (Y Fiestas de Moros y Cristianos, y tal vez, desfiles de Reyes Magos). Pero gente para escupir es inevitable encontrar, escupir aunque el viento sople de frente. Así que es mejor hacer oídos sordos y disfrutar.

El Aupa fue una gran y gratificante experiencia, les digo queridas personas, que en nuestro caso finalizamos en la zona de acampada con unas personas a las que deseo hacer llegar un fuerte abrazo: Bea y toda su gente de Zaragoza: ¡nos vemos en Villena, en el Aupa, el año que viene!

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