Cultura

Día Mundial del Teatro

Hay quienes opinan que el teatro es un arte efímero, flor de un día. Una experiencia que se disfruta con el culo bien apoyado en la butaca, que te arrastra, que te permite viajar a través de una vida, de unas horas en otra vida, de un espacio, de un concepto, de unos personajes, de unos sentimientos, para después marcharse, desaparecer como los bellos colores de un atardecer.
Hay quienes blasfeman apiadándose de la volatilidad del hecho teatral, escénico, por la desventaja de su perdurabilidad respecto a los productos generados por otras artes. Gentes que nunca volverán a ver ese cuadro que les arrebató en aquella exposición, ni la estructura arquitectónica que les sublimó en aquella plaza; ni volverán a releer alguno de los libros que les alumbraron, ni volverán a ver aquella película que quedó para siempre impresa en sus retinas.

El arte es efímero, cuantitativamente, en general. Incluso esa pieza que cuelga de tu pared lo es, si quieres discutir al respecto. El teatro no es efímero, como no lo es –repito– aquella canción que se levantó en el aire aquella noche que no se te olvida (la canción digo, y la noche). Y así El Intérprete de Asier Etxeandía fue una experiencia única e irrepetible en la noche del viernes pasado en nuestro Teatro Chapí. Un espectáculo seductor que, haciendo uso de todas las malévolas trampas del Don Juan, hizo sucumbir con sus encantos al numeroso público de Villena, tal y como sucumbieron ante él los aforos madrileños, vascos, catalanes, etc. Doblegados ante un artificio escénico de difícil catalogación: ¿teatral, musical, cabaretero…? Porque lo que no dejó lugar a dudas fue el carisma del “intérprete”, su versatilidad, sus capacidades, para afrontar un show estructurado bajo su propio criterio, sin temer que el eclecticismo musical ahogara la línea dramática de su personaje: sentido principal de la dramaturgia.

Fue quizás esa genial indefinición la que pudo llevar a alguna fracción del respetable (donde me incluyo) a comenzar a dudar del conjunto del espectáculo una vez que estuvo bien avanzado. Y si bien pudimos avanzar en la trama aceptando las diferentes y sorprendentes disgresiones del intérprete, llegado cierto momento no pudimos abandonarnos al nuevo giro del show, descubriendo a este bárbaro intérprete en una faceta alejada de la armonía y volcada en el populismo.

Por otro lado asistí al preestreno de La Creativa, en vísperas del Día Mundial del Teatro, para encontrarme con un trabajo sincero y novedoso –en cuanto a lo tocante en investigación, riesgo e implicación–, y volví a preguntarme por la posición de nuestra ciudad ante tal iniciativa que después de seis años de recorrido es capaz de superar todas las dificultades tristemente inherentes a su proceso, y seguir ahí como el primer día.

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