¿Día sin Pastor?
Ya estamos otra vez, señora. Si hace dos años, con motivo de la celebración del primer Día sin Coche, propuse celebrar el Día sin Políticos, ahora voy a proponer (aunque lo cierto es que no lo tengo tan claro; luego se verá) el Día Sin el Político que Organiza (muy malamente) el Día sin Coche.
No se piensen que lo mío es manía, que les conozco, pero es que no hay cosa que le salga bien al bueno de Antonio Pastor, que por si no tuviera bastante con lo suyo, se le secan los bancos y le destrozan los árboles, o al revés, que lo mismo me da. Pero bueno, el caso es que, bienintencionado de mí, decidí hacerme partícipe al 100% de esa maravilla llamada Día sin Coche, con lo cual, luchando contra la resaca como un campeón, me planté el sábado por la mañana en la carpa instalada a tal efecto en plena Avenida de la Constitución y
¡Agua! No se piensen que aún me dura la resaca y tengo sed, eh, que digo lo de agua porque llegué, vi y perdí, ya que la carpa, además de cerrada, estaba vacía, tal y como pude comprobar mirando por un huequecito. Desanimado, pero no derrotado, encaminé mis pasos hacia otros menesteres mientras modificaba mentalmente mis planes para un sábado por la tarde que, esta vez sí, iba a dedicar en cuerpo y alma al que ya comenzaba a ser de nuevo el Puñetero Día sin Coche. Tras una intranquila siesta, ya que la emoción me embargaba, por la tarde volví a dirigirme a la carpa para resarcirme del fiasco de la mañana y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que seguía cerrada y vacía. El 50% del Día sin Coche se había convertido en realidad en el Día sin Aparcamiento, ya que la gracieta de la, en tales circunstancias, inútil carpa, sólo había servido para eliminar las casi 20 plazas de parking que van de Caja Murcia a Amazonas, y eso, en un pueblo como Villena, tan sobrado de espacio para aparcar, es motivo más que suficiente para castigar al responsable a escribir 100 veces en la fachada de la Casa de la Cultura No volveré a tener ideas de bombero.
Y llegó el domingo. Los pajaritos cantaban, las nubes se levantaban, las señoras se atiborraban de chocolate y una pancarta nos invitaba a, literalmente, Dusfrutar de nuestra ciudad. Les juro que intenté dusfrutar al máximo de la jornada, pero resulta que al final lo único de lo que pude dusfrutar fue de un tramo cortado de unos 80 metros que para más inri no pisé por aquello de la inercia de peatón-bien-educado-que siempre-camina-por-la-acera, y de unos cartelitos informativos que, sinceramente, me dejaron en el mismo sitio.
Total, que llega la hora de hacer balance y escribir esta columna. Entonces medito un rato y pienso que a la vista de los hechos que les acabo de relatar sólo se me ocurre suspender a nuestro bienamado concejal de Medio Ambiente y proponer librarnos de él y de sus ocurrencias, de modo simbólico y por un día, con la intención de suscitar una reflexión sobre los riegos de realizar con dinero público actividades sin medios ni planificación, pero entonces caigo en la cuenta de que sería absurda la existencia de un Día sin Pastor, ya que el concejal en cuestión pasa mucho más tiempo dedicado a su labor académica que a su labor política, es decir, está más tiempo en la universidad y viajando que trabajando en beneficio de Villena. Así le va, pienso entonces. Y así nos va a nosotros con él.