Bien estamos, estamos

Diario de un niño

Una veintena de cajas llenas de libros de Juan Bautista Vilar siguen esperando en Murcia a que el ayuntamiento se haga cargo…

Reconocida nuestra condición de lector tardío pues dijimos que en nuestra infancia fueron prioridad la calle, las vías del tren y la sierra de la Villa, donde las verdaderas aventuras, cabe precisar que en aquellos años de crecer hubo un libro que por obligación pero de inmediato por atracción nos ocupó.

Se trata de Corazón, de Edmundo de Amicis, subtitulado en español como Diario de un niño. La obligación venía marcada por la querencia de nuestra madre a esta novela, como comentamos en Cita con las citas. Por ello nos entretuvo en más de una de las tediosas siestas de verano. En la infancia las siestas de verano siempre resultan tediosas.

La obra de Edmundo de Amicis, publicada en Italia en 1886, pronto se popularizó exigiendo inmediatas reediciones y siendo traducida a diversos idiomas. La primera edición española fue en 1887, traducida de la cuadragésima cuarta edición italiana por Hermenegildo Giner de los Ríos, amigo del escritor y miembro de una familia muy vinculada a la Institución Libre de Enseñanza; no en vano la ILE fue creada y dirigida por su hermano Francisco Giner de los Ríos. Personalidades que en la voz del poeta soñaron un "nuevo florecer de España".

Corazón ocupó generación tras generación las estanterías de muchas escuelas y bibliotecas, especialmente las de los centros obreros. En casa tenemos la edición de Círculo de Lectores, una de 1969 –la que leímos– ilustrada por Ballestar; y otra posterior de 2009 editada por Gadir, ilustrada por Ferraguti, Nardi y Sartorio, ejemplar que la abuela Carmen regaló a Teresa.

Noventa años después de la primera edición en español de Corazón, el ocho de enero de 1977, como si fuera regalo de Reyes, Televisión Española emitía el primer capítulo de la serie Marco. Fue un éxito. Sus cincuenta y dos episodios respondían bien al título original japonés: Haha o Tazunete Sanzeri; esto es literalmente: Tres mil leguas en busca de mamá. Dibujos basados en el cuento "De los Apeninos a los Andes" incluido en el libro Corazón. El maestro Perboni hacía copiar un cuento mensual a sus alumnos. El éxito de la serie recordó el libro de De Amicis. Sin desmerecer los cuentos que incluía la obra, el pasaje preferido de mi madre era aquel en el que un domingo "el albañilito", Antonio Rabucco, va a jugar a casa del protagonista Enrique. "El albañilito", así llamado por la profesión de su padre, acude vestido con la cazadora de éste, una cazadora o chaqueta salpicada de cal y yeso que deja en el respaldo del sofá, manchándolo. Cuando Enrique hace amago de limpiar el respaldo, su padre le frena. Cuando el "albañilito" se marcha, el señor Bottini, padre de Enrique, explica a su hijo que las huellas del trabajo no son suciedad, que lo que se mancha trabajando no ensucia, que un obrero que sale de su trabajo nunca va sucio.

El libro está lleno de maravillosas lecciones. Lo recordamos hoy porque en el Fondo Juan Bautista Vilar de la Biblioteca Pública Miguel Hernández de Villena hay un ejemplar de Corazón, traducción de Hermenegildo Giner de los Ríos, editado por Librería y Casa Editorial Hernando.

Lo recordamos porque el trece de marzo hizo cinco años que falleció el catedrático Vilar, cuya generosa donación sigue incompleta como venimos años denunciando. Desde entonces, una veintena de cajas llenas de libros para completar el Fondo esperan en Murcia. En junio pasado hubo un compromiso por parte de la concejalía responsable para atender el resto del legado. Para después de Fiestas, pero… Al parecer ese "para después de Fiestas" se está convirtiendo en un "vuelva usted mañana".

(Votos: 10 Promedio: 5)

Un comentario

  1. Ciertamente creo que ya va siendo hora de que se «pongan las pilas» o «manos a la obra» con el susodicho legado.
    Un lustro es demasiado tiempo para obviar esectema cultural.
    En cuanto al libro CORAZÓN, compartí lectura con mis alumnos de sexto hace también cinco años.
    Ellos, descubriéndolo; yo, recordándolo.
    Recuerdo perfectamente ese «cuento» de los muchos que lleva el libro y recuerdo con bastante pesar cómo una de mis alumnas nos contaba que a su padre, cocinero de profesión, lo habían echado del despacho por los «lamparones» que lucía el hombre (que dejó los fogones ante la urgencia de la llamada que le hicieron desde el cole).
    Nos vino al pelo pues, por decisión unánime de mis tutelados, le reescribimos «El albañilito» a quien consideró como suciedad las huellas de un trabajo digno.
    Surtió su efecto porque vino acompañado de un disculpa pública en nuestra aula.
    En un caso, el del legado y en el otro, el de «El albañilito» recuerdo que
    RECTIFICAR ES DE SABIOS.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba