Música

Dióscoro y su música

El músico villenense José Dióscoro Torres edita “Pasión”, un doble CD de canciones instrumentales intimistas, románticas y relajantes

Este hermano mío, Dióscoro Torres, compañero muchas veces de emociones y desdichas desde que nos apeamos de la cuna, va a publicar en los próximos días su primer disco doble, veintidós piezas musicales, con el título “Pasión”.

Este genérico tema abraza, de alguna forma, un elenco de trabajos compuestos durante los últimos dos años repescados de ciento cincuenta canciones instrumentales, basadas en inspiraciones intimistas, románticas y relajantes. Juan José Bosque, desde su productora musical “El Callejón Estudios”, junto con el autor, ha seleccionado piezas y melodías para confeccionar veintitrés trabajos finales, editándose originalmente cien copias en este estreno de salida.

Este íntimo músico amateur, y me consta por la cercanía familiar, creció en la casa donde nacimos todos los hermanos: inmensa, con luces y zonas oscuras, con rincones para perderse o para lucirse, siendo en ocasiones el refugio para inspiraciones o utópicos sueños para los que vivíamos allí. Esa antigua Imprenta del Paseo, también llamada La Industrial Papelera y años más tarde Laimpa y que luego se convirtió en un edificio de viviendas y con bajos de oficinas presidiendo el Paseo de Chapí, resultó el primer escondite de Dióscoro para aislarse con siete años en las buhardillas de la última planta para probar su armónica regalada.

Ya con doce aniversarios se empezó a familiarizar con los primeros compases de una guitarra y su pasión anárquica, pero absolutamente fiel, la dedicó en manifestar sus frustraciones y esperanzas y le mordió tanto el gusanillo que le ha servido, durante los postreros años, de terapia y disciplina. A partir de entonces centenares de actuaciones, de bolos íntimos, de presencias como telonero y apariciones testimoniales. Su currículum, que me relató al detalle, poco me importa, porque soy su hermano y porque no es un músico profesional, pero se alimenta de la música, porque es autodidacta  y se ensueña de ella, porque coge la guitarra y juega con sus cuerdas y dibuja entonces siluetas en forma de acordes con pentagramas voladores que le transportan a un reposado desván, rincón desde donde repasa sus recuerdos, revive sus nostalgias, su fantasmas, su pesadillas y sus sueños, desprendiendo cada emoción del sonido de las cuerdas.

Poco me importa su currículum. Su currículum es él mismo, no su currículum. De dónde viene. Su propia experiencia vital. Sus sentimientos intransferibles por ser personales, sus dolores pasados, sus tristezas perennes, los sueños que le mantienen vivo. No es fácil tener un accidente en la carretera y quedar con una lesión medular degenerativa de por vida; resulta traumático no poder ver a sus hijas pequeñas por incoherencias administrativas durante años; es doloroso luchar contra un recorrido al revés, o en dirección contraria, para recuperar el tiempo perdido y normalizar episodios robados…

Por todo eso, explicado torpe y sutilmente y por otras cosas que omito, apadrino a este hermano mío en esa épica casi heroica y utópica de sacar a la luz un álbum musical plagado de sueños y despertares, de tormentos y salvavidas y de sentimientos arañados de sus propias entrañas. No juzgo su pasado ni tampoco sus frustraciones, sus errores y sus lamentos. Aplaudo sus ganas irrefrenables, a pesar de los pesares, de intentar salir airoso no ya de esta empresa comercial en la que se ha metido, sino de cumplir, pase lo que pase y ocurra lo que ocurra, con ese lejano sueño de ver publicada una parte, sonora e intensa, de su corazón inmenso.

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