Doctor Esquembre y Míster Hyde
El famoso personaje de Stevenson refleja la dualidad de la condición humana. Esta trama literaria se sustancia en el conflicto entre el bien y el mal, la cordura y la locura, la forma y el fondo. Todas las personas poseemos dos caras que configuran, paradójicamente, una misma moneda. Una situación contradictoria que, en el caso de los políticos, todavía se hace más evidente.
El Gobierno municipal Verde cosechó una mayoría absoluta en las urnas. Si atendemos al perfil del votante y a los datos estadísticos, llegaremos a la conclusión de que no fue un apoyo ideológico convencido sino prestado. Una coyuntura propiciada por diversas circunstancias contribuyó decisivamente al éxito. Un candidato en las filas del Partido Popular poco atractivo para el electorado de centro derecha; la rentabilización de la legislatura por uno solo de los socios del tripartito; un creciente debilitamiento del PSOE; las simpatías hacia la figura de un alcalde afable y conciliador, de buena familia y con tirón popular.
Así pues, no se votó un proyecto de futuro, sino una aparente gestión. No se respaldaron unas siglas, sino a una persona con nombre y apellido. No se eligió en clave progresista y ecologista, sino con criterio conservador. Es decir, lo importante era mantener al alcalde y recompensar su supuesta capacidad de liderazgo.
Pasado el tiempo, y ante ciertas decisiones políticas, se hace palpable el arrepentimiento de una buena parte de la ciudadanía que, aunque suele votar al PP, en las últimas elecciones locales apostó por los Verdes. Y, sin embargo, vecinos y vecinas que votaron a Izquierda Unida, ahora se han convertido en defensores a ultranza del actual equipo de gobierno.
Hay que reconocer que tiene mucho mérito que se utilicen las fiestas de Moros y Cristianos, con la transcendencia que ello implica en Villena, como laboratorio de experimentación sobre políticas de género y lenguaje inclusivo. No sé si es un error de cálculo o, por el contrario, es una meditada estrategia. Abordar un posible cambio en las tradiciones más arraigadas del municipio otorga, sin duda, una gran visibilidad y abre un debate social tan necesario como inoportuno y demagógico.
Considerar si debe haber Regidor de Fiestas o si la Casa del Festero debe denominarse Casa Festera es una mera anécdota. Una ocurrencia que adquiere una notoriedad improcedente que solo sirve para soliviantar a más de uno y de una. A los más retrógrados, por intentar alterar el acervo costumbrista. A los más progresistas, por jugar una vez más al efectismo folclórico, mientras se carece de guarderías municipales gratuitas, por ejemplo. Esto sí es una demanda urgente que responde una necesidad de las madres y los padres. Lo de ser regidor de fiestas, lo dudo.
La participación activa e igualitaria de la mujer en las celebraciones de septiembre fue un logro histórico que normalizó una anomalía que, además, vulneraba un derecho reconocido por la Constitución española. La iniciativa surgió de diversos colectivos vecinales, no solo feministas. Ahora, se adopta una decisión, sin consenso social ni político, que solo satisface al equipo de gobierno. Por cierto, esta medida no se incluía en ningún programa electoral ni nace por abrumadora petición ciudadana.
Si atendemos a la nomenclatura festera, advertiremos que la gran mayoría de desfiles y actos utilizan la fórmula en femenino: La Entrada, La Cabalgata, La Procesión, La Retreta, La Ofrenda, Las Dianas, Las Embajadas, La Conversión. Pero La Mahoma, por el contrario, se quiere transformar en el símbolo del bando moro. Ya no por una cuestión sexista, sino de respeto religioso. Ave María Purísima.