El Volapié

Doña Isabel

Ninguna calle hay en el mundo que me atraiga más que la calle Isabel la Católica. Paralela e inmediata a la Corredera y a la San Francisco, delimitada por la Trinidad y la Luciano López Ferrer, que la lleva a desembocar prácticamente en el Paseo de Chapí. ¿Habrá un metro cuadrado en la Tierra mejor repartido? La calle donde viví mi infancia, mis correrías de chaval, donde me llevaron en ocasiones bastante perjudicado, casi a rastras, por las locas e inocuas juergas de los ochenta, la calle donde estaba el colegio en el que aprendí a leer y a escribir gracias a Sor Josefina, la inolvidable Paula, la calle donde aprendimos a jugar al fútbol en reñidísimos partidos contra los amigos del Paseo. ¡Cuantas rodilleras se vendían en aquellos maravillosos años! Como ahora vivimos en el País de las Gachamigas (Andrés, eres genial), casi siempre vamos de estreno.
Fuera aparte, que diría un cordobés, de lo que el terruño signifique para cada quisqui, España, Alicante, Villena… la calle Isabel la Católica es la mejor calle de Villena, lo que significa que ninguna de las otras es peor. Además de todo, las historias de Villena también la han rociado continuamente. Las conoce un villenense a quien admiro y que ha escrito la mayor y mejor obra literaria sobre Villena. César López Hurtado, además de obsequiarme con su amistad, también ha tenido la bondad de ilustrarme generosamente sobre algunos avatares de mi calle. Tal como lo cuenta César es como escuchar la historia más grande jamás contada. César López Hurtado tiene en el cajón de su casa una obra histórica y definitiva sobre Villena, y seguramente hasta hoy prácticamente nadie más conocía que la calle Isabel la Católica existe lo que solemos decir desde siempre y que comenzaron a llamarla calle de Doña Isabel en el siglo XVI, en recuerdo de la dama más distinguida, por su condición de noble, que jamás había existido en Villena. Doña Isabel de Villena se sentiría orgullosa de que en el siglo XXI, la primera autoridad local también sea una mujer. Aunque en el caso de Doña Vicenta el mérito sea mayor pues el poder no le viene por la gracia de Dios sino que le ha sido otorgado directamente por las leyes y por el pueblo. Sin duda que Vicenta Tortosa tendrá también su calle el día de mañana, a lo mejor bautizarán así a la alameda soberbia que surgirá sobre las vías soterradas. Seguro que no será esta la última alcaldesa no consorte, pues resulta sano que el Ayuntamiento cambie de color, aunque opino que su rival y contrincante, aunque no enemiga, no va gozar del tirón popular que ella desea, por muy Popular que se sienta.

En 1906, algún iluminado de estos que tanto abundan por nuestro término municipal desde el principio de los tiempos, decidió que el nombre de la calle debía ser el de Echegaray, denominación que se mantuvo hasta al final de la Guerra Civil, cuando se renombró como la conocemos actualmente. Resulta curioso decir que todavía nos llegan cartas sorprendentes denominando al domicilio como Doña Isabel.

Actualmente mi vida tiene lugar en otro barrio, en uno cuya calle parece un tramo del rallye de los Grandes Lagos, pues los pilotos cruzan el paso a nivel a todo gas y giran por la plaza desafiando a la fuerza centrífuga hasta que algo los detiene. Un buen barrio, como todos, pero cada sábado, con cualquier excusa, cruzo por mi calle y me pregunto por qué no dedicarían otra a Don Fernando.

César, un fuerte abrazo.

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