Estación de Cercanías

¿Dónde crece el dinero?

Siento defraudaros y ser pitonisa de malos augurios. Pero aunque os parezca mentira, chicos y chicas, jovencitos y adolescentes que habitáis en el país de las marcas que marcan la diferencia y os definen a sus portadores como especiales, tan solo por llevar bordado, sellado o insertado cualquiera de sus logos como gurús de la buena fortuna y la situación económica de papá o mamá, el dinero no se recolecta del árbol del euro que siempre tiene fruto.
Os tengo que comunicar con harto pesar a todos los que pobláis ese ficticio mundo que ha ganado la batalla a la humildad con los destellos de sus grandilocuentes técnicas de venta y captación, que ha colapsado en vosotros el sentido del esfuerzo y la necesidad de tener que pintar de trabajo los deseos, que esa bonanza económica que en los últimos años se os ha recreado cual idílico Edén en el que todo era posible si llevabas en tu bolsillo una pequeña porción de plástico con dibujos y unos números, llamada tarjeta, que te conseguía sin ninguna serpiente de ronda aquello que era tu deseo, que esa recreación happy y despreocupada de los caminos al dinero era puro teatro, pues en la amplia mayoría de los casos los caudales que llenaban el surtidor han tocado retirada y se han esfumado sin preaviso.

Sí, sí, por mucho que os sorprenda y al contrario de lo que muchos imagináis, tampoco emerge de los cajeros por un misterioso principio de la regeneración que desconocíais, ni es algo que lleven implícito las tarjetas de crédito. El dinero hay que ganarlo con ayuda de las manos, con apoyo de las mentes y soporte de las piernas. Cierto es que vosotros, los que acabáis de abrir las puertas de esa fenomenal etapa de la vida llamada adolescencia, etapa donde nos encontramos con el nosotros que seremos mañana y en adelante, donde todo nos parece al alcance da la mano sin estirar el brazo, no sois los responsables últimos de la hegemonía del consumo desmedido y de las apariencias como catecismo de juventud, porque esta percepción ha sido aprendida en unos hogares que han visto y confiado en que le bandada de días de vino y rosas que se asentaban en sus ventanas fuese a perpetuidad.

Pero mira tú por dónde que el anticiclón tocó a retirada, y se ha instalado entre nosotros una borrasca llamada crisis que ha nublado proyectos de futuro, ha mojado planes de presente y ha apedreado sin compasión compromisos financiero del pasado, dejando con el culo al aire a tantas y tantas familias españolas que de hoy a mañana han visto arder ese paraíso domiciliado en las sucursales bancarias. Pero, por ponerle buena cara, y a pesar de todo, veo un resquicio para la ilusión, y si este radical cambio de situación y este obligatorio ajuste de cinturón, con la debida contención del abdomen y un almacenamiento de oxigeno más prolongado, nos trae consigo para las generaciones VIP una nueva concepción del esfuerzo para el logro, toquemos aleluyas.

Porque si una vez menguadas las aguas de esta riada que se ha llevado tras de sí puestos de trabajo, y viviendas, y empresas y formas de vida, dejan como poso en sus fondos ese valor tan denostado como es el orgullo de ser quienes somos sin una determinada vestimenta que nos cubra exteriormente para disimular la realidad, y la concienciación del esfuerzo y el trabajo vuelven a ocupar el lugar que nunca debieron perder, esta mala racha no habrá sido en vano, pues recuperará para todos un sentido de la realidad que hasta ahora estaba en peligro de extinción.

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