Donde perder fue ganar
Es curioso como en muchas ocasiones consideramos que aquello que se presenta ante nosotros es tal cual lo estamos percibiendo, y con esta cerrazón del primer impacto nos recreamos o nos defraudamos en tanto en cuanto hayan sido las expectativas que hayamos puesto en lo observado o lo deseado, sin considerar que podemos ojear por detrás, rascar un poco la cáscara o simplemente espolsar las primeras emociones para que realmente aflore la realidad.
Pero para ello debemos refrigerar sus consecuencias para así, una vez despojados de las primeras impresiones, tener amplitud de miras y pulcritud de trato. Esta pequeña reflexión viene a razón del pleno del pasado día 28, en el cual se puso sobre la mesa una moción de confianza para Celia Lledó, habida cuenta de los devaneos y enfrentamientos que de un tiempo a esta parte mantiene con parte de sus concejales. Y ese extremo es real, demostrable y palpable. Y contra la evidencia poco se puede hacer, porque tiene unos tabiques de cartón que prenden con facilidad a la primera chispa dejando al descubierto el interior.
Pero bueno, tiempo al tiempo, que dos años son muchos días para andar rumiando el sapo que tuvieron que tragar los nombrados concejales díscolos, a los que no presupongo unas tragaderas extraordinarias y a los cuales con solo verles votar con la mano alzada y la cabeza gacha, en busca posiblemente de esa disciplina de partido que ha dejado su credibilidad y honor a la altura de sus zapatos, se me presentaron como los primero vencidos, aún estando en la parte ganadora que firmó una amarga victoria.
A partir de esta paradoja del vencido por sí mismo después de salir vencedor, poner boca abajo lo sucedido y ver que por esta vez nada es lo que pareció, solo fue cuestión de girar la imagen. Desde el otro ángulo se puede observar cómo aquellos que salieron del pleno pletóricos ante su victoria y exuberantes por un triunfo pronosticado, que nada tuvo de sorprendente, han quedado asidos por las maromas que la jugada política del digo por el diego trae como pasajeras habituales. Y a merced de esta frágil realidad se les avecina un duro tiempo de observación y vigía para que aquellos por los que han alzado su cara estén a la altura de la misma, y de cruzar los dedos para no tener que compartir el viscoso sapo en la garganta.
Y porque la realidad es la que es, los partidos de la oposición a los que supusimos vencidos por no llegar a concluir sus pretensiones, a dos días vista de la ratificación con luz y taquígrafos de la teatral y unánime exaltación confianza, les han llegado la certificación del grave problema denunciado, porque las ausencias en actos de unos y otros evidenciaron que tan eufóricas palabras solo fueron humo lanzado con la pretensión de cegar lo desagradable del momento y acabar cuanto antes con la espinosa cuestión que los tenía acosados por la evidencia y conscientes de la transgresión que cometían contra un foro público. Y aquellas argumentaciones que encendieron la satisfacción de los escasos convocados que acudieron, se desvanecerán a buen seguro más pronto que tarde, insufladas por unos aires de incompatibilidad que son fuertes y pegan duro silbándonos intensamente al oído, porque no somos ni ciegos ni sordos, sino pacientes por necesidad y conscientes de lo que sucede, pues por mucho que se ornamenten las falsedades con brillos, los destellos se apagan pronto, y a pesar de que muchos quisiéramos compartir el sabor del anfibio a cambio de que la cordura, la coherencia y el respeto que se nos debe recupere su lugar, el orgullo humano es de una terquedad inquebrantable.