Dos por el precio de uno
Abandonad toda esperanza, salmo 170º
Ya lo he dicho muchas veces y no me cansaré de repetirlo: el cómic, arte híbrido que aúna palabra e imagen, además de ser una herramienta de valor incalculable a la hora de inculcar el hábito de la lectura en los más reacios a la letra impresa pura y dura, permite disfrutar de los dos elementos que componen su naturaleza, o por lo menos de uno de ellos cuando nos falla el otro.
No hace falta señalar que el apartado gráfico es el más llamativo a priori, sobre todo cuando está en manos de un artista como José María Martín Saurí. De este autor, uno de nuestros más grandes ilustradores, cercano a maestros como Fernando Fernández o Esteban Maroto gracias al detallismo de su trazo, se han recuperado recientemente dos obras que ya cuentan con un par de décadas a sus espaldas pero que se leen como si hubieran sido paridas ayer: La Odisea, escrita por Francisco Pérez Navarro, es una adaptación del texto de Homero que pese a su brevedad recoge fielmente los episodios más significativos de la epopeya clásica, en páginas de una belleza deslumbrante que dejarían boquiabierto al Frank Miller de 300.
Más breve todavía resulta ser La mariposa y la llama, un relato de espada y brujería escrito por un Enrique Sánchez Abulí que se aparta de los sórdidos callejones de su Torpedo para acercarse a un universo poblado de brujas, sátiros y fieras cercano al de Conan. Por su parte, el dibujante aporta la belleza de los parajes naturales y la sensualidad carnal de unas féminas que no desentonarían en los poderosos brazos del cimmerio creado por Robert E. Howard.
Pero Martín Saurí no ha soltado los pinceles, y de las novedades que llevan su firma no todas son reediciones: véase La conjetura de Poincaré, un álbum donde demuestra su espléndido estado de salud artística, que no se limita a vivir de las rentas y que sigue experimentando nuevas formas de expresión. El cómic en cuestión es una obra sugerente y evocadora, un canto al género de aventuras que evoca a nombres sagrados como Stevenson o Verne, y que demuestra lo exigente que es consigo mismo un guionista como Raule, uno de los pocos (y buenos) guionistas de oficio con los que contamos en este país, más proclive al autor total -pienso en guionistas de la talla de Fernando de Felipe o nuestro favorito, Luis Durán, que suelen ilustrar sus propios textos- que al escritor que trabaja con otros dibujantes. Así, Raule se suma a una tradición concisa pero excelsa donde también destaca el citado Abulí.
Así, si después de leer Jazz Maynard, dibujado por un estupendo Roger Ibáñez y que es ya un hito en la historia del tebeo policíaco patrio, todavía alberga alguna duda acerca de la versatilidad del guionista Raule, debe darle una oportunidad a esta conjetura para confirmar el talento del escritor y reencontrarse con el arte arrebatador de José María Martín Saurí. Qué más se puede pedir: dos por el precio de uno.
La Odisea y La mariposa y la llama están editados por Norma Editorial; La conjetura de Poincaré y Jazz Maynard están editados por Diábolo Ediciones.