«Eclipse» (Concurso de Relatos Breves San Valentín 2013)
Llego al cine, busco la butaca y maldigo mi suerte al ver que la cabeza que tengo delante luce pelo rizado y a lo afro pero lo raro es que el enfado derive en devoción. Tengo el impulso de irme pero una atracción cósmica me retiene a merced de aquella cabeza. Dicen que el amor no es mirarse a la cara, es hacerlo en la misma dirección. Sin duda, miramos hacia el mismo sitio pero, paradojas del amor, no vemos lo mismo. Mis ojos a tu espalda, los tuyos a la pantalla, ajenos a mi batalla. Qué extraño sentimiento es éste que no controla mi razón, que se me ha clavado como una espada y no necesita saber nada. ¿Será así el verdadero amor? Quiero, esta noche de película, que sea mía tu parte oscura. Podría haberte odiado porque no vine para esto pero, porque he venido, te he encontrado.
Se apagan las luces. La pantalla se enciende, la película empieza y apareces tú, un eclipse perfecto, tú pero al revés, como una oscura luna, como la cruz de una moneda. Sin querer he empezado a quererte y sin dormir a soñarte. ¿Quién eres? Eres la noche más pura, la luz de mi locura. ¿Es que no me sientes?... Son mis ojos pasto de tus rizos y en tus oídos lloran por lo que no sabes. En este anonimato animado quiero ser mosca acróbata en tus pendientes, soplido en tu pelo, vampiro en tu cuello.
Tu recorte es una luna inversa que asciende triunfal sobre un cielo con estrellas de cine. No es blanca ni lisa; es negra y es rizada y yo sólo soy un lucero atrapado en su influjo lunar. Siento que no sientas que no habrá nadie en el mundo que conozca tan bien como yo esta parte tuya que no ves.
Se oyen murmullos en la sala pero no puedo ver más allá de mi luna, ¿te asustaste luna erizada? Me filtro intruso por las luces de tu rizo, por el colador de tu melena y respiro tus suspiros estás llorando. No llores, luna mía, que ando yo, en mi batalla, cubriéndote la espalda, que me la sé de memoria, que aun con ojos cerrados la dibujo. No suspires, luna mía, que derrochas el aire y lo regalas al de delante, ese que tú ves y no sabe que existes, como tú conmigo. Como el eslabón de una cadena tengo celos de que sea para ti, lo que tú para mí, ¿no te habrás enamorado?, no suspires luna mía.
Una película, tú como protagonista y yo tu único espectador, imposible más grande sumisión, supremacía absoluta sobre mis sentidos con solo una mitad de ti y tu melena. Si yo solo quiero tocarte sin que te enteres, yo, que venía a otra cosa, solo quiero quererte sin que me quieras que no rías ni llores si no es cosa mía que luego tendré un recuerdo tuyo pero solo mío.
No quiero verte ni de frente ni en color, que esta parte tuya es la que no maquillas, la más real, esa que no puedes ver, esa que altruista ofreces al mundo. Pronto te evaporarás con la luz fría de la calle, pronto me abandonarás sin culpa en la ignorancia de los sentimientos no compartidos. Cuando se enciendan las luces de plástico se apagará tu influjo y yo caeré al vacío de lo que pudo ser y no fue, y sobreviviré de migajas de fantasía en el recreo de este amor en pañales, sin pecado, larvario tal vez pero con seguridad, amor. Voy a exprimirte el jugo en mi memoria para no olvidarte nunca y que las ondas de tu pelo y el olor de tu champú se queden allí calcados por si otra vez las viera, por si otra vez te encuentro.
Ya está. Se hizo la luz. Se acabó la película, se acabó el encanto y me levanto antes de que me veas y te vea, antes que la razón despierte de su letargo y adultere el sentimiento. Inmerso entre la gente buscamos la salida y nos fundimos con la marea, dos barcas a la deriva dos planetas sin su estrella. Se oyen comentarios ¿qué película era? ¡Ah, sí!, Eclipse, de la saga Crepúsculo. Noventa maravillosos minutos de eclipse al revés; fondo blanco, luna negra donde ella era una chica mortal y yo, un vampiro cobarde que no la muerde jamás y se queda para él solo toda la intensidad de un amor inmortal.
No quieras saber cómo acaba una historia de amor, si es verdadera no acabará nunca
es una pena que la chica no se haya enterado
o no, pero eso suele pasar en todas las historias de amor; siempre hay uno que no se entera de nada.