Editorial

Editorial: Villena ya ha hablado, ahora que hablen los políticos

Pasados ya unos días de las elecciones, y desde el análisis casi instantáneo que realizamos en nuestra exitosa cobertura digital del domingo por la noche, cuando nuestra página web pulverizó todos sus récords de audiencia, ha habido tiempo más que suficiente para sopesar todos los datos y emitir un juicio más elaborado y preciso.
Ese juicio sigue teniendo, a día de hoy, el aspecto de un gran interrogante como el que dibuja nuestra portada sobre la silla del regidor villenense. Los resultados están más que claros y nadie los discute. Los pactos resultantes son igualmente legítimos, por mucho que a numerosos ciudadanos les puedan parecer injustos y haya quienes –ni les apoyamos ni les apoyaremos jamás– poco menos que están llamando a la rebelión para evitarlos. La ley está para acatarse. Y según la ley, cualquier coalición surgida de las urnas es legítima y aceptable. Así pues, y sea cual sea la coalición que finalmente gobierne Villena, será resultado de la voluntad popular y, en consecuencia, irreprochable.

Ahora bien, por muy legítimas que sean las coaliciones, no todas resultan igual de comprensibles en función de las diferencias ideológicas y programáticas de quienes las integran. Así, el PP podría gobernar en solitario, pero eso sería tan absurdo como los dos últimos años de legislatura, con un equipo de gobierno en minoría que ni presenta presupuestos ni ejecuta los acuerdos de Pleno. Una opción ideológicamente viable sería entonces una coalición de PP y VCD (pacto que está explorando Valencia para no perder la plaza villenera… al fin y al cabo, todos son del PP), pero ésta se antoja imposible por las irreconciliables diferencias personales entre las personas que integran ambas formaciones. El interés general de Villena supeditado, una vez más, a los intereses personales de quienes hacen política.

Descartada esta posibilidad, otra opción sería la que tiene más puntos para hacerse realidad: la coalición Verdes - PSOE - VCD, formaciones que tienen en común algunos puntos de sus respectivos programas y el deseo de propiciar un cambio de gobierno alejando a Celia Lledó del ayuntamiento. Poco más a priori, independientemente del acuerdo de mínimos que puedan alcanzar estos días, cuando habrá de producirse un mercadeo de concejalías y cargos de confianza al gusto de las direcciones de los tres partidos, lo cual tampoco parece nada fácil.

Y mientras tanto, en el horizonte se dibuja una legislatura dificilísima en lo económico, pues desaparecidos los planes estatales y autonómicos, con la participación en los tributos del Estado a la baja y debiendo hacer frente a los gastos fijos de nuevas infraestructuras como La Plaza, los gestores municipales van a tener que hacer milagros para atender a todos sus compromisos.

Gobernar Villena es muy difícil, y lo será mucho más si sus dirigentes no forman un equipo unido y cohesionado. Por el bien de todos, esperemos que así sea, así como deseamos toda la suerte del mundo y el mayor de los éxitos a quienes tengan el honor de dirigir nuestra ciudad.

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