Eduardo, 37 años (I)
Ustedes lo están viendo: el M.I. Ayuntamiento de nuestra ciudad, una fruta hasta hace poco con un aspecto relativamente vendible, se descompone ahora por una intensa exposición a todo tipo de bacterias y organismos parasitarios. Y no crean que me resulta fácil estar aquí para contar las cosas que tengo que contar, pero he llegado a la conclusión de que es necesario que alguien que ha tenida la desgracia de presenciar desde un incómodo pero privilegiado segundo plano los momentos decisivos de este turbio asunto cuente toda la verdad.
Solo les diré que mi puesto de trabajo hasta ayer mismo era el de Inspector Adjunto en el Grupo Intermedio de Contrastación del Departamento de Investigación y Análisis de los Miedos Inconfesables de los Ciudadanos (es decir, yo era un IA del GIC del controvertido y oculto DIAMIC). Desde el GIC del DIAMIC se coteja toda la información que el Grupo Invisible de Aprovisionamiento de Datos e Indicios (GIADI) proporciona a diario desde todos los puntos de la ciudad. No se molesten en buscar en el organigrama de instituciones estas entidades, pues permanecen en la sombra por causa de las discutibles funciones que despliegan: manipulación y/o eliminación de informaciones de segundo nivel; ocultación y/o repulsa con desmentido de datos contaminados por emociones o ambiciones personales; interpretación de signos peligrosos no verbales de miembros de la administración; reelaboración de sucesos de acuerdo a las directrices superiores e indiscutibles; reescritura de las directrices superiores cuando la situación lo requiera; administración y/o sustitución de parte o toda la identidad de los miembros susceptibles de alterar e/o introducir variables indeseadas en los mecanismos de gobernabilidad; creación de frases y/o mensajes no dichos pero que podrían haber sido dichos y cómo afectan en la historia posterior al vector (o X) de inusitada intensidad política y/o social. Como verán, la verdadera grasa en la que se incuban los tumores de la vida de la ciudad. En primer lugar les situaré ante los actores principales. Tenemos a Alfa, la figura en la cúspide de la pirámide, persona guiada por un sentido determinista de la jerarquía política, y por ello proclive a temer todo tipo de palabras o signos que no entiende y a interpretarlos como síntoma de supersticiosas desgracias futuras, generalmente basadas en traiciones o actos de deslealtad. Para entender completamente a Alfa hay que saber que sustenta sus convicciones sobre dos creencias inamovibles: solo los individuos superiores elegidos por la providencia (según convenga, encarnada en un proceso de votación o en una verdad inmanente e inexplicable) pueden ser realmente morales e impartir justicia aunque sea con actos aparentemente inmorales e injustos, y el principal instinto de todos los demás es traicionar a estos individuos superiores. Por esto el substancial motivo de ira, pero también de pánico, de Alfa era que algunos miembros de su cohorte de subordinados no le profesasen en realidad la admiración y/o quizá agradecida y justa devoción que se merece y que en realidad ocultasen sentimientos inapropiados u opiniones a todas luces sospechosas e inconvenientes. Pero veo que se me acaba el tiempo de esta sesión. En la próxima les mostraré los integrantes de la cohorte de subordinados, y los motivos por los que realmente empezó todo