Ejemplo de convivencia
Aunque pueda sonar extraño, queridas personas, vengo a referirme en esta sección de cultura a la noticia sobre el conflicto que el Barrio de San Francisco vive en relación a la convivencia con dos familias de origen búlgaro. Puede resultar extraño en primer lugar que se trate el tema en esta sección y en segundo que se defina el asunto con el titular presente.
Pero el tema no puede estar más relacionado con la cultura puesto que como se puede leer y escuchar, lo que se solicita a quienes vienen a nuestra tierra es un respeto a nuestra cultura, a nuestras formas y organización social. En ese sentido creo que es el Barrio San Francisco quien más ha tenido que lidiar desde hace muchos años con la llegada de personas de diferentes culturas. Y si ya en este barrio tuvieron que aprender a convivir aunque sea un proceso que nunca termina desde un principio diferentes culturas, las circunstancias han propiciado que la situación siempre comience de nuevo ya, que cada vez son más las nacionalidades que allí se han ido concentrando.
Ejemplo de convivencia me pareció a mí el ver cómo un barrio se manifestaba, pedía soluciones en lugar de tomarlas por su cuenta y acudía a las autoridades competentes a reclamar sus derechos. Un barrio entero, no una parte de la población, sino vecinos y vecinas que en unión defienden su vida diaria. Y aunque la solución final, la justicia por la propia mano, siempre esté a flor de piel, no aparece en este caso como primera forma. Ejemplo de convivencia el de este barrio que nos engrandece como ciudad. Nos hace crecer como también lo hizo y sigue haciéndolo la convivencia, lo queramos o no. Y lejos de tópicos y de quizás malas experiencias, hemos de reconocer los aportes que cada cultura deja en las demás, aportaciones que no son solamente materiales, sino sociales y artísticas, culturales en definitiva. Pero llegados al caso que nos ocupa, cuando no existe relación entre culturas, cuando la convivencia se hace intolerable, cuando la falta de respeto a las personas y a las normas es lo habitual, abandonamos el término de cultura, no estamos hablando de los búlgaros, sino que tratamos sobre un grupo aislado de personas que hacen peligrar la convivencia y la libertad. La solución entonces no está en el rechazo, el desprecio xenófobo tampoco sirve más que para acercarnos a la crispación, el comentario rotundo en el bar no ha paliado jamás ningún conflicto. Es de esperar que los problemas encontrados, sacados a la luz esta última semana, tengan una solución satisfactoria. Y esta solución no pasa por la comprensión y la bondad, sino por la exigencia de respeto y por la obligatoriedad en el cumplimiento de la ley.