El territorio, bien no renovable, vital… el futuro
A partir de los años noventa comienzan unos nuevos usos del suelo en los pueblos de interior a causa del agotamiento de territorio en la costa por el avance de una urbanización realizada de forma masiva y descontrolada, fuera de los núcleos urbanos y que son grandes consumidores de espacios no adecuados.
Este proceso es preocupante, porque está teniendo consecuencias ambientales y paisajísticas muy negativas: influye en la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas, aumenta los costes de los servicios, ocasiona una mayor dificultad para el acceso a la vivienda por la especulación y hay un mayor incremento de la movilidad. La realidad es que el parque de viviendas vacías aumenta al mismo ritmo que lo hace la demanda. Este proceso encarece los precios y demuestra que hay una práctica urbanística opaca, consentida por las administraciones y olvidando los intereses de la colectividad frente a los intereses de los agentes urbanizadores.
Nos encontramos, en general, con un consumo voraz y desordenado de un recurso limitado: el territorio, sin tener los instrumentos suficientes, o sin querer utilizar los que están disponibles, para que desde lo local se puedan dar las respuestas precisas a los graves e irreversible daños que se pueden ocasionar para el futuro de la ciudad. Villena está en un momento en el que hay que diseñar una gestión prudente del territorio. Éste debe ser el elemento central de un nuevo debate ciudadano y democrático donde estén representados todos los actores, y sobre todo, los que menos intereses económicos tienen: sus habitantes
El buen gobierno del territorio, de la ciudad y del campo, debe convertirse en un tema político de primer orden, entendiendo por político no únicamente la práctica institucional o del empresario, sino también el compromiso del conjunto de sus habitantes. Cada ciudadana y ciudadano tiene derecho a vivir en un ámbito digno, sano y bello, pero también tiene el deber de cuidarlo y de exigir que velen por él quienes tienen la representación de la sociedad. El desarrollo técnico y económico ha transformado la naturaleza y las formas de vida: el mayor consumo, de todo, debe ir acompañado de prudencia y respeto en el uso y la gestión de los recursos disponibles para que podamos mantenerlos, y en otros casos, mejorar el nivel de bienestar. Sólo así evitaremos legar a las generaciones venideras una Villena desfigurada, plagada de riesgos y repleta de exasperaciones cotidianas, de desequilibrios entre zonas y de deterioro irreversible de elementos culturales, simbólicos y patrimoniales.
Es imprescindible que los habitantes de Villena tomemos conciencia de que, de persistir, el mal uso y la falta de planificación del territorio producirán, tras una corta etapa de grandes beneficios privados, de mayores ingresos en la hacienda municipal, largos periodos de onerosos costes ambientales, económicos y sociales. Es una obligación ambiental, económica y social crear una nueva cultura del territorio basada en la sostenibilidad, porque:
Es un recurso, pero también, es naturaleza, es vida que no puede valorarse económicamente. Cualquier actuación que incida en estos valores debe ser compatible con ellos.
Es un recurso, pero también, es economía. Un territorio bien planificado y gestionado reduce costes en la prestación de servicios, contiene los precios del suelo y la vivienda, evita daños ambientales y de salud.
Es un recurso, pero también, es la cultura, la historia, la memoria colectiva, un bien público y lo más importante, es el futuro. Disponer de una ciudad con parámetros de calidad confiere un valor añadido a sus productos y a los servicios, y sobre todo a los turísticos.
María José Tarruella Rodenas
(Miembro del colectivo de Villena de Izquierda Unida)