Cultura

El ansiado traslado

Como pueden ver, debido a la dictadura de la actualidad, hemos pospuesto una semana la entrega de la segunda parte del Preámbulo de Carnaval. Con la esperanza (y el convencimiento) de que tal decisión no supondrá para las queridas personas inconveniente alguno, aprovecharemos el hueco para bailotear con las noticias llegadas sobre el traslado del Conservatorio de Música y Danza a las salas del Teatro Chapí. Y aunque es sobradamente conocido aquello de “a caballo regalado no le mires el diente”, yo voy a hacer oídos sordos y apostaré por meterme en camisas de once varas.
Intento imaginar que estoy en algún momento futuro, un momento en que el Conservatorio está totalmente reubicado en el Teatro y funciona con normalidad. Lo primero que me llega es una sensación de vitalidad: las luces del edificio están encendidas, alumnos y alumnas suben y bajan las escaleras, forman grupos en la puerta de entrada o en el Paseo Chapí, gente joven que conversa alegremente antes o después de las clases. El edificio está alegre, la sangre fluye en su interior. Me gusta la imagen. Pero no me gusta la oscuridad y el abandono que reina alrededor del edificio. No me gustan las filas de coches en doble fila esperando dejar o recoger a alguien. Me gusta el sonido de algún instrumento escapando por una ventana abierta. Me gusta el aprovechamiento de un enorme espacio que ha permanecido escondido y abandonado hasta el momento.

No me gusta la cuantiosa inversión necesaria para levantar la particular estructura de las aulas, no me gusta que la ciudad invierta una valiosa suma para insonorizar por segunda vez las aulas del Conservatorio. No me gusta imaginar los actuales habitáculos del Conservatorio vacíos. No me gusta imaginar un uso convencional de los actuales espacios del Conservatorio: despreciando sus características: sufriendo la reducción de espacio necesario para la insonorización y desaprovechando tal insonorización. Todo ello me lleva a pensar en una cuestión: ¿qué es más oportuno: trasladar el Conservatorio o trasladar el resto de instalaciones de la Casa de Cultura?

Preveo que el segundo supuesto comprende rehacer un salón de actos incómodo y plagado de defectos técnicos, una sala de exposiciones dividida en dos plantas que necesita el apoyo de los pasillos del edificio para programar varias exposiciones; trasladar unas minúsculas salas habilitadas para el tratamiento fotográfico, dos aulas de usos múltiples sin ventanas, una imprevista aula informática, una biblioteca reducida de categoría por falta de espacio, una sala de conciertos robada del espacio del bar que necesita horas para montarse y desmontarse, una sala de ensayos improvisada en cualquier sitio… en fin, queda confiar en que se trata de una decisión meditada y que en lugar de uno, sea como sea, se contempla la creación de dos proyectos.

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