El artista Rafael Hernández expone su obra en la Casa Bardín de Alicante
Bajo el título La pintura como investigación lingüística y terapéutica esta tarde, a las 20.00 horas, se inaugura en la Casa Bardín (calle San Fernando nº 44) de Alicante una muestra del artista Rafael Hernández, natural de Villena. La exposición, organizada por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, podrá visitarse hasta el próximo 22 de marzo.
El 19 de febrero se realizará una visita a la exposición guiada por el artista villenense, que se repetirá el 5 de marzo. El 26 de febrero habrá un encuentro con el artista y la comisaria de la muestra en Casa Bardín.
Rafael Hernández lleva ya 20 años viajando del dibujo a la pintura haciendo paradas y utilizando el primero con una voluntad automática que le conduce, en un trabajo consciente de reflexión, a la segunda. El dibujo funciona como una disciplina que vuelca en forma de vómito la expresión de forma automática y que se retoma en una pintura más consciente y elaborada volviendo incluso a un dibujo algo más exquisito y elaborado que se fagocita a sí mismo.
Sin embargo, en 2007 realiza una muestra en el Club Diario Información y en la Casa de Cvltura de Villena en el que se produce el gran cambio que acabará desarrollando en la que consideramos su más importante exposición, la que muestra en el Centre Municipal dExposicions de Elx en 2009. Esa tensión entre dibujo y pintura estalló por sus costuras ya que a partir de ese momento no se puede hablar exclusivamente de lenguajes bidimensionales en Rafael Hernández, sino de una pintura que expandía su campo de actuación hacia el terreno de la relación con el espacio circundante, una pintura que coqueteaba con ser instalativa y cuyo relato, con tintes críticos y oníricos a un tiempo, incluía al visitante.
Y este es el punto en el que su trabajo se encuentra, pese a que su presente exposición en la Casa Bardín, por la especificidad arquitectónica del espacio, no permita más que apuntarlo como indicios. Rafael Hernández mantiene la coherencia iconográfica y formal, una de las características del trabajo de este pintor que, sin embargo, lejos de anclajes manieristas, consideramos ha conllevado una muy interesante evolución. Por ejemplo, la reiteración en el uso de elementos, de figuras humanas esquemáticas y de signos, del color azul (¿el azul Klein?), una constante en su pintura, ha sido leída por el Dr. Román de la Calle como un ejercicio de auto reflexión con el que coincidimos plenamente. Lo que podríamos denominar apropiándonos de una frase del artista coleccionar antiguas obsesiones. En este desarrollo, el lenguaje escrito se construye como un universo expresivo personal en su repetición y permutación analítica; un ejemplo claro de lo que estamos diciendo es el uso del braille que lleva a un nivel en el que pierde su funcionalidad en aras de convertirse en imagen. Con la escritura de videntes, con un solo signo repetido hasta la extenuación, vacía el sentido previo y consensuado hasta convertirlo en el recurso básico de un poema visual.
Sin embargo, la aportación de este proyecto creemos que se encuentra en su intencionalidad retórica al tiempo que biográfica. Por un lado, en una tentativa del servirse del arte como terapia, Hernández presenta dos retratos, los de sus padres ya fallecidos. El de su madre vacío en una ausencia que remite a la desmemoria pero que continúa ocupando un importante papel en el plano simbólico de la existencia. El del padre como fragmento que precisa más allá de la pintura para ser contado de una contextualización literaria que cierre heridas. La otra clave retórica, en este caso pedagógica, relata las bambalinas de la creación personal, algo que comúnmente reproducen los últimos catálogos de Rafael Hernández. Un intento denodado de que se aprecie este viaje de ida y vuelta del dibujo a la pintura y vuelta a empezar que es mucho más que lenguaje.
Isabel Tejeda Martín (Comisaria-crítica de arte)