Cartas al Director

El autobús y la crisis

Desde hace algunas jornadas viene siendo polémica la determinación del Equipo de Gobierno de reducir algunos servicios que venía prestando el autobús urbano. Con la justificación de que el déficit que viene arrastrando dicho servicio no es asumible por las finanzas municipales, los gobernantes meten la tijera en el bus con el consiguiente disgusto y malestar para las personas que utilizan este medio de transporte. Diferentes Asociaciones vecinales han manifestado su queja ante el Ayuntamiento por tan impopular medida.
Opino que hay servicios que se prestan a la ciudadanía, bien a través de entidades oficiales o bien por empresas contratadas al efecto que, por naturaleza, son deficitarios. O sea, que no se gana dinero con ellos, más bien se pierde. Ocurre que, inmersos como estamos en cuantificar todo por su repercusión económica, y ante el apabullante discurso economicista que nos abruma todos los días, resulta difícil salirse de estos patrones monetarios en los que la vida parece haberse configurado. Dicho brevemente, el valor de las cosas es el valor en dinero. Triste pero cierto.

Llegados a este punto conviene hacer una mínima reflexión de cómo son las cosas. En poblaciones como Villena, no creo que a sus gobernantes les resulte amable la idea de recortar servicios que empeoran la vida de sus ciudadanos; sin embargo la crisis la tenemos ahí y no podemos arrumbarla. Y la crisis no ha llegado como si fuera un huracán, o un tsunami, o una plaga bíblica, no: es fruto de decisiones humanas –o más bien inhumanas–. Lo cual nos lleva a progresar en el razonamiento e ir a parar a las responsabilidades de los gestores del bien común: los políticos.

Dicho sin rodeos, la determinación que adoptan los políticos conlleva una responsabilidad, enorme responsabilidad en el futuro, de tal modo que si el dinero se invierte en aeropuertos ruinosos, circuitos de velocidad rutilantes, plazas taurinas faraónicas y demás lindezas, seguramente nos quedará muy poco en la caja para pagar cosas más necesarias y urgentes. Cuando hinchamos el pecho porque en nuestra ciudad han construido un “edificio singular” y parece que participamos de esa gloria hemos de ser conscientes, también, que, a lo mejor, solo a lo mejor, el tal “edificio singular” habrá que mantenerlo, cuidarlo y darle una función que, misteriosamente, necesita del dinero de todos para llevarlo a cabo. Y, a lo mejor, ese dinero es el que nos falta para pagar, por ejemplo, el autobús urbano, o arreglos de colegios, calles, alcantarillado…

Sucede que, hoy día, cuando nos recortan brutalmente servicios que creíamos para siempre, que recortan derechos, también para siempre, se nos olvida que el dinero público se invertía mal, muy mal; pero, claro, no éramos conscientes, nos daba igual todo. ¡Ay, la política, la política!, tan vilipendiada y, al final, no tenemos más remedio que echar mano de ella, cuando está hecha unos “zorros”.

El asunto no es que un Ayuntamiento, graciosamente, recorta un servicio básico para la población, no, el asunto es que en este país hemos hecho dejación de nuestras responsabilidades como ciudadanos y, ahora, en épocas de vacas flacas, nos acordamos de lo nuestro, como si lo nuestro no costara mantenerlo. Sé que no es una reflexión complaciente. Metámonos todos y sálvese quién pueda. Es lo que hay. Por supuesto que estoy en contra de recortes en servicios a la comunidad, claro que sí. La educación, la sanidad, la dependencia y tantos logros que se han conseguido con el esfuerzo colectivo no pueden medirse por el rasero del vil metal. Son tiempos convulsos, de mucho despiste y de gran asombro y perplejidad ante el retroceso que estamos observando ante nuestras narices, pero, increíblemente, parece que no pasa nada. Miren, si me llaman a cooperar aportando parte de mi sueldo porque ha habido una desgracia natural, o un incendio pavoroso, o algo por el estilo, no rechistaré y además animaría dicha campaña. Lo que sucede es más obsceno, más indigno y poco edificante: que parte de mi sueldo es para tapar el tremendo agujero ocasionado por irresponsables políticos que han malgastado y dilapidado, no solo el dinero, sino el crédito social. Se han cargado parte del futuro. Terrible.

En fin, en esto consiste la crisis, los ajustes –llámeles recortes–, el dinero a espuertas a los bancos, el sueldo de senadores y demás “colocados a dedo”… ¿Qué hacemos?

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