El cachondo de Bolaño
Abandonad toda esperanza, salmo 260º
En una reciente visita a Alicante, alguien le preguntó a Enrique Vila-Matas qué pensaría su amigo Roberto Bolaño, fallecido hace ya ocho años, del apabullante éxito del que disfruta hoy su obra, tanto en el mercado hispanohablante como en el anglosajón, donde todos los intelectuales van con un ejemplar de 2666 bajo el brazo y donde ya nadie que quiera estar a la última (lo que ellos llaman be cool y nosotros molar) se acuerda o se quiere acordar de Cien años de soledad. El autor de Dublinesca respondió que sin duda se lo tomaría con humor, y que probablemente ahora estaría en Miami junto a la piscina de su mansión brindando por la literatura con su admirado Don DeLillo.
Sin duda Bolaño tenía sentido del humor: confieso que leyendo La literatura nazi en América, novela divertida ya desde su título, me he reído bastante, y créanme si les digo que no soy de risa fácil. Pero cómo no reírse con esta antología de escritores inexistentes en la que Hitler, en su primera aparición, es capaz de sugerir a una conocida un internado suizo donde educar a sus hijos para apostillar enseguida que no obstante "la mejor escuela es la vida". Una parodia cruel de los manuales literarios y de la literatura iberoamericana que, cuando llegó por vez primera como manuscrito a las oficinas de Seix Barral todo el personal, el director editorial Pere Gimferrer incluido según sus propias declaraciones, pensó que era un ensayo.
La que según deduzco no tiene el mismo humor que Bolaño -o por lo menos lo tiene algo adormecido- es su viuda Carolina López, que no sé si sabrán puso el grito en el cielo cuando se reeditó dicho libro con una cubierta donde se reproducía una fotografía del führer. Imagino que la cubierta de la nueva edición de Anagrama, con una inocente instantánea de Jacques-Henri Lartigue (quiero decir que la hizo él, no que salga él en la foto), será más de su agrado. Incluso empiezo a creer que en el mundo editorial le han cogido miedo a la susodicha, porque las portadas de los libros póstumos de Bolaño que han ido apareciendo son también de lo más inanes. Es el caso de El Tercer Reich, en la que el chileno plasma su admiración por los wargames o juegos de estrategia de ambientación bélica. Sin duda no es su mejor novela, pero la peor novela de Bolaño es mejor que el noventa por ciento de los libros que se encontrarán a su lado en las librerías.
Mucho mejor me ha parecido su último inédito (y van...) en ver la luz, Los sinsabores del verdadero policía... aunque estoy de acuerdo con Ignacio Echevarría, amigo del autor y especialista en su obra, cuando afirma que no es una novela en sentido estricto, sino material destinado a un proyecto finalmente aparcado y del que se recuperaron ideas para otros textos posteriores, principalmente la ya citada 2666. La verdad es que no importa qué etiqueta podamos ponerle a un texto de riqueza apabullante, divertidísimo, que arranca con las reflexiones de un joven poeta gay que afirma que toda la poesía es homosexual y que todos los poetas pueden clasificarse en "maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos". Del citado Gimferrer dice que "tenía vocación de marica, imaginación de maricón y gusto de ninfo", y tilda de "mitad ninfas mitad maricas" a los poetas tipo Gil de Biedma... menos al propio Gil de Biedma. Lo que les decía: Roberto Bolaño tenía mucho sentido del humor. Y el muy cachondo también escribió poesía.
La literatura nazi en América, El Tercer Reich y Los sinsabores del verdadero policía están editados por Anagrama.