Testimonios dados en situaciones inestables

El campamento está rodeado por insectos, roedores y zigzagueantes reptiles (I de V)

Me llamo Darío y este es el diario de mi campamento de verano. Acaba el primer día. Escribo esto en mi tienda de campaña, antes de dormir. Este año el campamento se denomina “de supervivencia” y no tendremos ningún tipo de comodidades ni contacto con la civilización durante dos semanas.
Los todoterrenos nos han dejado al final de un camino pedregoso. Después hemos caminado ocho horas hasta esta abrupta zona de maleza rodeada por kilómetros de naturaleza salvaje. El lugar está rodeado por un inquietante zumbido de insectos, pájaros, roedores, zigzagueantes reptiles y otros animales que prefiero no imaginar. Somos 15 niños de 11 y 12 años, de los cuales solamente tres son chicas. No quiero saber qué padres apuntan a un campamento de supervivencia a niñas de esta edad. Solamente tenemos un instructor. Tiene unos 40 años y va vestido como un militar de misión en Irak. Da un poco de miedo porque tiene una cicatriz que le sale del cuello y se le mete en el ojo derecho, aunque el ojo está. Se llama César y todo el tiempo tiene cara de estar a punto de mandarte a los leones, por lo que un chico con cara de espabilado refugiado humanitario ya ha empezado a llamarlo en privado como “Oh, César, los que vamos a morir...” provocando un sano clima de compañerismo entre todos nosotros. Nada más llegar Oh César ha prohibido nuestros nombres y nos ha proporcionado un número. Yo soy el 13. También nos ha obligado a vestirnos con uniformes militares de camuflaje. Las pesadas botas llevan grabado en la parte exterior una sabandija, que se repite en nuestras gorras. En el bolsillo de la camisa está bordado el número de cada uno. También llevamos un cinturón con un machete enorme, brújula, piedras para producir fuego, una botellita de antiséptico para picaduras y una pequeña soga. Al llegar ya anochecía, de modo que un grupo ha plantado las tiendas de campaña y otro ha cortado gruesas ramas y ha rodeado el campamento de un entramado de puntiagudas vallas defensivas. La estructura del campamento, según Oh César, está basada en la de las gloriosas legiones romanas. Finalmente hemos cavado las letrinas; esa va a ser nuestra única comodidad: cagar en un hoyo. Nada de duchas ni comida procesada. Por la noche, en la ceremonia de fraternidad alrededor de una hoguera, todos nos hemos hecho un corte en la palma de la mano y las hemos juntado y hemos compartido nuestra sangre cantado el lema de nuestra milicia, una versión de El novio de la muerte adaptada como Soy el hijo de la muerte para adecuarla a nuestra edad. Con lo de los cortes y la canción un niño y dos niñas han llorado un poco y han sido castigados a dormir desnudos al raso. 7, 10, 12, 15 harán los turnos de vigilancia esta noche. Oh César ha dicho que si durante la noche algún bicho entra en nuestras tiendas, lo atrapemos para el menú del día siguiente, y a continuación nos ha dado un discurso sobre la importancia de las proteínas en una dieta de supervivencia y sobre el hecho de que a partir de ahora tenemos que ver todos los insectos, incluidos los ciempiés y los escorpiones y las arañas, como una inagotable fuente de proteínas. Por si no consigo sobrevivir, mamá, sabes que te quiero; y a papá pregúntale solamente: ¿Por qué?

[Continuará.]

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