Cultura

¿El Carnaval? Bien, o te cuento…

Buenas tardes, soy Antonin Artaud… o una avispa, o una sota de bastos, un pingüino, una locomotora o un saltimbanqui. Es el Carnaval. Cuarenta días antes de tal y cual. En cualquier caso una fiesta casi milenaria que autoriza la locura, la desmesura, la crítica, la diversión. El Carnaval… ¿El Carnaval? Bien, ¿o les cuento? Porque lo primero que les contaría es el motivo por el que el Carnaval se adelanta o se retrasa en nuestra ciudad: el Ecuador de las Fiestas de Moros y Cristianos. También les contaría qué cuerpo se le queda a este que escribe cuando el sábado a las seis de la tarde ve a las bandas de música reunirse en la Plaza de Santiago y las ve dirigirse cada una hacia un barrio al son de ¿una samba, una chirigota? No. Al ritmo de algún reconocible pasodoble festero.
¿El Carnaval? Bien, ¿o les cuento? Me alegró ver que la participación de los barrios de nuestra Villena ya da para un desfile más que aceptable. Aunque eché en falta esa dosis de picardía que parecemos reservar para la Retreta. Me alegró esa sensación de fiesta popular, aunque se quedara en sensación transitoria: entre las calles desiertas antes y después del desfile. Me alegró ese asomo de espíritu festivo –que no festero– aunque acabara repentinamente, como un camión al chocar contra una pared de roca, en el momento en que las agrupaciones llegaban a la meta, a la Plaza de Santiago. Un punto final donde de pronto los grupos se detenían, se miraban, se disolvían arbitrariamente sin un referente hacia donde dirigirse. Ni música, ni cualquier otra guía, cualquier otro faro.

El desfile del domingo fue más difícil, queridas personas, la climatología se mostró adversa. Y aún así se llevó a cabo. Con una hora de retraso. Pero se resistió, la batucada mantuvo la moral y al fin las nubes respetaron la celebración. También quienes acompañaban a niños y niñas –protagonistas a fin de cuentas de este desfile– parecieron más concienciados con las quejas de años anteriores, con las recomendaciones del Concejal de Fiestas Paco Abellán. Lo que significa que en esta ocasión pudimos ver más disfraces que abrigos de padres y madres, todo un progreso al que deberíamos sumar el dinamismo de los grupos de percusión, cuyos participantes cuentan con una media de edad, a voz de pronto, de unos quince años (uno más de los que tiene mi sobrino Iván Sanjuán, codirector de uno de los grupos). El caso es que el Carnaval acabó bien –digo sin conocer los datos del Entierro de la Sardina–, aunque queda la sensación de que la única sangre que fluye en esta fiesta es la de las Asociaciones de Vecinos y Vecinas, y la de las AMPAS de los colegios. Con eso nos conformamos… ¿con eso nos conformamos?

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba