El comienzo de las tradiciones
En estas fechas me gusta escribir de mi pueblo. Me gusta recordar mis años mozos y me gusta hablar de las tradiciones de la capital del Alto Vinalopó, del pueblo del ajo y de la patata. De la ciudad del calzado infantil y del tesoro de José María Soler. Del pueblo de la gachamiga y las farinetas. Del castillo de la Atalaya y la Mahoma. De las fiestas de moros y cristianos y del amor incondicional a la Morenica, María de la Virtudes.
Es esa fecha del calendario donde empieza a revolotear la musa del sentimiento por lo propio. Por esa tradición enraizada en el tejido social de todos los villeneros y villeneras. El día quince de agosto, festividad de la Virgen de la Asunción, Patrona de la población de Elche, comienza el preludio de las fiestas, con la tradicional reunión en los cuarteles de las comparsas. Para preparar los actos festivos que se avecinan en los próximos días. Para tener todo organizado y así cumplir, un año más, con la tradición que supone la conmemoración de la reconquista cristiana de las tierras usurpadas por el moro invasor.
Este año va a ser especial, ya que la pregonera de nuestras fiestas es una mujer, Isabel Rodes Gisbert. Y va a basar su pregón en la incorporación de hecho y derecho de la fémina en nuestras fiestas de moros y cristianos, que tantos quebraderos de cabeza dio este tema tan enquistado en aquella época, sobre todo, a los miembros de turno de la Junta Central de Fiestas.
Recuerdo cuando era miembro activo de la comparsa de marinos corsarios, ya que antes había sido de la comparsa de moros nazaríes. En aquel tiempo, hace ya más de veinticinco años, todavía no desfilaban las mujeres oficialmente por las calles de la urbe. Digo oficialmente, porque alguna valiente vestía la indumentaria del varón y con su complicidad, se ponía en la escuadra y como dice el dicho, para adelante, como los de Alicante, desfilaba por la carrera oficial, aunque esta inquietud de las villeneras siempre estaba en el aire, se respiraba en el ambiente. Lo triste de este tema es que una sentencia judicial obligara a cambiar los estatutos de las fiestas, ya que el machismo y la tradición no permitían ni discutirlo.
En aquella época recuerdo que había comparsas más aperturistas y que no les importaba la incorporación de pleno derecho de las féminas (moros nazaríes, marinos corsarios) y empezaron a empujar fuerte, hasta que por fin, hace ya veinticinco años, que la mujer pisa y desfila con fuerza en todos los actos como miembro de pleno derecho de las catorce comparsas que conforman nuestras maravillosas fiestas.
Menudo asunto tan polémico que había que resolver y si no, que se lo digan a los alcoyanos, que todavía están estancados en estos quehaceres. La mujer es necesaria e imprescindible en nuestras fiestas, de hecho con su incorporación duplicaron el número de miembros en todas las comparsas, haciéndolas todavía más vistosas e importantes. Ellas son la salsa y las que dan vida a sus hombres. Todos juntos como una piña, unidos en los actos, desfiles, embajadas, ofrenda de flores, en el amor fanático por la Virgen morena. Comulgando de la tradición y el arraigo trasferido por nuestros mayores.
Y al igual que en la capital de la Costa Blanca. La mujer, como belleza, dama, o comisionada de las distintas comisiones fogueriles. La pólvora y la música son iconos imprescindibles, para que la fiesta del fuego se pueda celebrar cada año, con más esplendor y el fuego purificador retorne, dejando en cenizas los monumentos fogueriles.
En mi Villena natal también tenemos el mismo coctel de ingredientes. Nuestras madrinas, nuestras comparsistas, la pólvora y la música y no obviemos a los varones. Comparsistas, foguerers y barraquers que con su buen hacer, cumplen también con la sagrada obligación de hacer que sus respectivas ciudades se vistan de alegría y esplendor durante los días de fiesta. Y como estandarte de devoción y de estos festejos, la Virgen en su distinta advocación, María del Remedio y de las Virtudes, la Morenica.