El debate objetivo
No se me vaya a pensar, estimado D. Antonio, que tengo una especie de fijación, pero es que hay cosas que son superiores a mí, como ya le adelanté el otro día, y a buen seguro podremos hablar de ellas tranquilamente cuando nos tomemos ese café que tenemos pendiente.
Andaba yo zappeando, estimada señora, cuando sintonicé en TV Intercomarcal el programa Dialogando con, que conduce mi también estimado José Abellán. No suelo seguirlo, pero en esta ocasión tocaba un tema que me interesa, y además introdujo la cuestión hablando de poner en conocimiento de la opinión pública, de manera racional y objetiva, la naturaleza de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Y me enganché, a pesar de que bien pronto comprendí que la objetividad iba a brillar por su ausencia, más que nada porque, además del propio Don José, se sumaban a la fiesta el presidente de la Asociación de Educadores Cristianos de Alicante y el subdirector del colegio Jesús María, también de Alicante y perteneciente al CEU. Huelga decir que los tres tertulianos defendían una misma postura. Y también huelga decir qué postura era.
Vaya por delante que soy de los que piensan que cualquiera es libre de criticar lo que quiera, objetar o atarse a una farola delante del Ministerio de turno, pero por esa misma razón, yo también me considero libre para decir que, por muchas vueltas que quieran darle al asunto y mucha justificación rocambolesca que intenten, al final vamos a lo de siempre: la pérdida de la hegemonía en la formación de las mentes, de la que tantos y tantos siglos ha disfrutado la Iglesia (para desgracia de España, añado).
De ahí se derivan los constantes ataques lanzados hacia el gobierno por parte de uno de los objetivos invitados, capaz de llamar déspota al Presidente o de colarlo de matute en una enumeración de grandes personalidades de la historia, del tipo Hitler, Mussolini o Hugo Chávez. Curiosamente no incluyó a Franco en la lista, vaya usted a saber por qué. Por eso, cada dos por tres tuvimos que oír que la formación de la conciencia moral no es cosa del Estado, aunque a estas alturas de la película siguen sin explicarnos por qué el orden que quieren ellos imponer desde los púlpitos es más moral que el que se legisla desde los parlamentos. Dicho de otro modo: sí es el Estado quien debe diseñar e implantar los planes de enseñanza, entre otras cosas porque lo hace a través de los representantes que nosotros mismos elegimos en las urnas cada cuatro años. Si no nos gusta lo que hay, en marzo le damos puerta y probamos con otro, cosa que no podemos hacer con instituciones tan entrañables como la Conferencia Episcopal. Con todo, no seré yo quien niegue que la clase política española es tan mezquina y lamentable que resulta incapaz de ponerse de acuerdo ni en cuestiones tan importantes como las reformas educativas, pero eso es harina de otro costal.
La verdad es que el programa y la infinidad de barbaridades que se dijeron me darían para cuatro columnas, pero el espacio disponible es el que es. No obstante, sí quiero quedarme con esa declaración grandilocuente en la que señalaron a coro que la Iglesia Católica no está sola en esta nueva Cruzada, sino que cuenta con el apoyo de asociaciones seglares como la CONCAPA y el Foro de la Familia. Lástima que perdieran la oportunidad de informar objetivamente y no dijeran a los televidentes que ambas dos están estrechamente vinculadas a la Iglesia. Vamos, que sólo les faltó nombrar a Hazme Reír, o Hazte Oír, o Hazte Pis, o como quiera llamarse esa banda de fundamentalistas de la moral.