El detective inmortal
Abandonad toda esperanza, salmo 224º
Se ha enfrentado a tipos tan peligrosos como Fu-Manchú, Jack el Destripador o Drácula pero ninguno ha podido con él: a Sherlock Holmes no hay quien lo mate. Ni siquiera su propio creador, Arthur Conan Doyle, que después de poner fin a su vida se vio obligado a resucitarlo ante las repetidas amenazas de sus más fieles lectores.
Si hace unas semanas les hablaba de la reciente adaptación fílmica de Guy Ritchie, hoy recuperamos la figura del popular detective de la mano de Luc Brunschwig y Cecil, guionista y dibujante del Holmes que aquí publica una nueva editorial, 001 Ediciones, a la que deseo la mejor de las suertes. El volumen incluye los dos primeros relatos, "El adiós a la calle Baker" y "Lazos de sangre", y en ambos sus autores demuestran haber aprendido la lección de películas como Rebeca, Laura o El tercer hombre, o de la serie Twin Peaks: lo que ha convertido en míticas las figuras de Rebeca, Laura Hunt, Harry Lime o Laura Palmer es que toda la intriga gire a su alrededor sin que prácticamente estén ellas presentes. El espacio vacío que tanto fascinara a Maurice Blanchot rodea de un halo de misterio al ausente: así, esta nueva historia arranca precisamente con la supuesta muerte de Holmes en las cataratas de Reichenbach; a partir de ahí, y haciendo hincapié en figuras como el célebre profesor Moriarty o el padre de Sherlock, los autores plantean una serie de temas alrededor del mito, en efecto no todos nuevos, pero sí tratados con tanta solvencia como para imprimir al relato un aura de respeto hacia el legado de Arthur Conan Doyle que seguro habría enorgullecido al verdadero padre de Holmes.
Lo que a este seguramente no le habría hecho tanta gracia, por la irreverencia de la que hace gala ya de partida, es la encarnación que de su célebre investigador hiciera nuestro genial Enrique Jardiel Poncela. Famosísimo miembro de la "otra Generación del 27", Jardiel escribió las Novísimas aventuras de Sherlock Holmes, varios relatos satíricos protagonizados por el detective de los cuales uno se desarrolló para dar pie a una novela corta, Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull. Ahora se recupera todo este material en un delicioso cofrecito de adquisición imprescindible, con prólogo de Rafael Reig, ese novelista del que no sé muy bien por qué no acaban de gustarme sus novelas pero me entusiasman sus prólogos, sus artículos, sus entrevistas y hasta sus chascarrillos a la hora del café. Pero esa es otra cuestión; volviendo al Holmes de Jardiel, hay que señalar que el parecido entre este y el de Ritchie (y si me apuran, el de Doyle) es tan peregrino que no hace falta ser aficionado al género detectivesco para disfrutar de estas narraciones salpicadas de juegos lingüísticos intraducibles (ya les dije que al escritor británico no le habría hecho ninguna gracia) y de ilustraciones del propio Jardiel. Lo que sí hace falta es sentido del humor como para apreciar pullas del calibre de "Nunca había visto yo nada que me sorprendiese más, si se exceptúa un día en que oí decir que Alberti era un poeta". El que sí fue un poeta, al menos del ingenio, fue el propio Jardiel. Léanlo, y lean también el cómic protagonizado por Holmes, y sientan que han vuelto de una u otra manera a llamar a la puerta del 221b de Baker Street.
Holmes (1854-¿1891?) y Sherlock Holmes visto por Jardiel Poncela están editados por 001 Ediciones y Rey Lear respectivamente.