Él dijo que sí de ese modo dejado que significa que ese sí quiere decir que no
Cuando le dije después de comer que por la noche podíamos ir al cine, que ya habían pasado muchos meses desde que habíamos ido al cine por última vez, y que ese era/parecía un sábado perfecto, con un clima agradable después de semanas y semanas de mal tiempo, él me dijo que bien, que podíamos ir, pero lo dijo de esa manera, ya sabes, de ese modo dejado y mirando para otro lado que en realidad significa que vamos si tú quieres, pero a mí no me apetece mucho, la verdad.
Como no quería que pensara que le estaba presionando, le dije que no era una obligación, solamente una idea, que también podíamos hacer otra cosa, y él dijo que no, no, que estaba bien lo del cine, pero el tono de voz y el lenguaje corporal emitían señales, como poco, contradictorias, ya me entiendes. Y como no me apetecía ir al cine si a él no le apetecía, me puse condescendiente y comprensiva, ya sabes, en plan no importa, de verdad, hacemos lo que tú quieras, si quieres, salimos, y si no quieres, pues nos quedamos en casa viendo la tele o lo que sea, que para mí no es importante, que yo soy feliz simplemente estando contigo y haciendo cualquier cosa. No sé, pero creo que debió interpretar en mi comentario una intención irónica a modo de solapado reproche, porque pasó de estar mirando para otro lado mientras manejaba el móvil a dejar el aparato encima de la mesa y a mirarme soltando un sofocado y significativo, aunque breve, suspiro, antes de decirme que no tenía que darle tantas vueltas, que de verdad le apetecía ir al cine, que hacía mucho tiempo desde la última vez y que tenía razón en que era un día perfecto. ¿Te das cuenta de la argucia? Ahora pasaba a darme la razón con su magnánima y paternal tolerancia. Noté cómo el diafragma se me tensionaba, ya sabes, el típico revuelto estomacal de mala hostia, y le grité que no hacía falta que se pusiera conmigo tan hipócrita y misericordioso, y que si no le apetecía ir al cine pues que lo dijera de una maldita vez y haríamos otra cosa y se acabó. Me miro con los ojos muy abiertos y una sonrisita de medio lado que no soporto y dijo vale, vale, vale, no te calientes que yo estoy muy tranquilo y la cosa no es para tanto. ¿Te das cuenta de su desvergüenza? Cogí la estúpida figurita de imitación de porcelana con forma de cupido que me regaló por San Valentín y la estampé contra el suelo. Él saltó del sofá con los brazos levantados y me gritó que estaba loca. Se fue al baño y se encerró. Quería hacerle sufrir. Me fui a por su guitarra y me puse a cortarle las cuerdas en la puerta del baño. Como oyó el típico chasquido lastimoso de las cuerdas al romperse, me gritó con sorna desde el otro lado que estaba vaciando mis potingues por el retrete. Le amenacé que iba a tirar su guitarra Gibson Parlor Rosewood por la ventana como fuera cierto lo que estaba diciendo. Abrió la puerta del baño y me enseñó las botellitas vacías. Yo le prendí fuego a la guitarra con mi mirada. Él le prendió fuego a mi paciencia con la suya. Mi mirada era puro fuego que quería consumirlo. Su mirada era un volcán derramándose hacía mí. Los dos éramos un mar de fuego que ansiaba arrasarlo todo. [Pausa] Pues eso, que al final el amor siempre se abre paso, y acabamos echando un par de polvos y viendo en la tele una peli sobre gente que se aburre mortalmente y es muy desgraciada y termina haciendo cosas inimaginables para encontrar sentido a sus vidas.